Katy llegó a casa. Estaba cansada. Había tenido una durísima jornada de trabajo, y además había dormido muy poco la noche anterior. Había estado hablando hasta muy tarde por teléfono con Bernardo.
Cuando él tenía que salir de viaje, ella prefería los días así; con mucho trabajo, con mucha actividad. Se le pasaban más deprisa. Por las noches hablaban durante horas por teléfono. Se sentían muy cerca el uno del otro a pesar de la gran distancia que les separaba.
Katy tenía ganas de verle. No resistía estar demasiado tiempo separada de él. Afortunadamente, ya quedaba poco. Él volvía al día siguiente.
Como le había prometido, le llamó en cuanto llego a casa.
- “¿Estas cansada?” Preguntó Bernardo.
- “Si, mucho” Respondió Katy.
- “Vete a la cama y duerme”
- “Quería escribirte antes de acostarme”
Katy tenía la costumbre, cada vez que Bernardo salía de viaje, de escribirle antes de acostarse. Eran cartas tiernas, llenas de amor. A Bernardo le encantaban aquellas cartas. Todas las mañanas, al despertarse, saltaba sobre el ordenador para abrir el correo. Pero esa noche sabía que Katy estaba cansada.
- “Déjalo Katy, no me escribas. Estás muy cansada. Vete a la cama y duerme. Quiero verte en forma cuando regrese mañana.”
Katy se acostó, pero en su cabeza bullían mil cosas que habría querido decirle a su amor. Se levantó, se sentó frente al ordenador, y le escribió una corta pero preciosa carta de amor.
Al día siguiente, a primera hora de la mañana, él la llamó al trabajo.
- “¿Has dormido bien?”
Ella esperaba algún reproche, pero él no le dijo nada.
- “Sí, he dormido bien” contestó. Hizo una pausa:
- “Anoche te desobedecí”, añadió.
- “¿Me desobedeciste?... ¿Qué has hecho Katy?” Preguntó con voz severa.
- “Te escribí. ¿No has visto la carta?”
Bernardo no esperaba encontrar una carta de ella aquella mañana, así que no había encendido aún el ordenador.
- “Bueno señorita, esta noche arreglaremos eso”
Un cuarto de hora después la volvió a llamar. Con voz visiblemente emocionada le dijo:
- “Gracias por tu carta, me ha encantado, pero sabes que mereces un castigo por haberme escrito cuando te dije que no lo hicieras. Prepárate, arreglaremos eso esta noche”
Él sabía el efecto que esas palabras causaban en ella. La imaginaba palideciendo, el corazón acelerado, latiendo muy deprisa y un nudo en el estómago. No esperaba respuesta por su parte, porque sabía que ella se quedaba sin habla cada vez que él le anunciaba que la iba a castigar.
Ella fue a recogerle al aeropuerto. Llegaron a casa. Hablaron de muchísimas cosas, de todo lo que había visto él, de todo lo que había hecho ella, de lo que se habían echado de menos. Hicieron el amor hasta caer agotados uno al lado del otro. Estaban enlazados, la cabeza de ella reposaba en el pecho de él, y él le acariciaba la espalda. Katy estaba a punto de quedarse dormida cuando oyó que Bernardo le decía:
- “Tenemos un asunto pendiente ¿recuerdas?”
Un sudor frío recorrió su espalda, el corazón le dio un vuelco, pero no dijo nada.
Bernardo no esperaba respuesta. La conocía, sabía que no podía responder. Hizo una pausa y luego continuó:
- “Hemos quedado en comer juntos mañana ¿No es así?”
Katy asintió.
- ”Bien, entonces mañana irás a trabajar vestida con tu uniforme de colegiala. Te pondrás los pantys pero no llevarás bragas”
Katy tembló. Conocía esa sensación. No era la primera vez que Bernardo iniciaba un castigo así. Odiaba que la hiciera ir sin bragas a trabajar. Se sentía incómoda, insegura, no podía concentrarse en el trabajo. No podía olvidar ni por un segundo lo que le ocurriría al llegar a casa. Ella ocupaba un alto puesto en su empresa y necesitaba una gran concentración y libertad de movimientos. Recibía numerosas visitas a lo largo del día, salía fuera de la oficina a hacer visitas ella también, tenía que tomar decisiones importantes y su mente debía estar siempre ágil y despejada. Cuando él la obligaba a ir en esas condiciones la anulaba completamente. No podía dejar de pensar en él y en lo que le iba a suceder después.
Bernardo sabía eso. Para él tampoco era fácil pasar el día imaginándola en ese estado de ansiedad, vestida con la ropa que a él más le excitaba y sin nada debajo de los pantys. Eran sensaciones fuertes, muy fuertes. Las horas se hacían eternas. La llamaba constantemente a lo largo de la mañana. Algunas veces hablaban largo rato y se contaban ambos las sensaciones; otras veces sólo le decía “faltan .... horas ¿estás preparada?” y colgaba. Y en otras ocasiones dejaba sonar el teléfono dos veces y colgaba sin darle tiempo a ella a contestar. Su número quedaba reflejado en la pantalla líquida del móvil de ella. Sin necesidad de descolgar, ella sabía que era él.
La mañana fue terrible. Desde que llegó al trabajo Katy deseaba que llegase la hora de terminar. Las horas no pasaban y la ansiedad aumentaba por momentos. ¡Por fin acabó la mañana!.
Katy se fue rápidamente a casa. Bernardo la esperaba.
La abrazó y la besó :
- “Buena chica. Lo has hecho muy bien, pero sabes que a pesar de todo, tengo que castigarte severamente por haberme desobedecido”
Katy asintió. Sabía perfectamente lo que significaba “severamente”.
- “Tráeme el cinturón” le dijo Bernardo.
Katy se dirigió al dormitorio, cogió el cinturón marrón que él guardaba en el armario. Era un cinturón de cuero largo y ancho que utilizaba exclusivamente para azotarla cuando ella se portaba mal. Le llevó el cinturón a Bernardo.
Él la abrazó tiernamente y la besó. La condujo hacia la mesa y la reclinó con el pecho bien apoyado en ella. Le subió la falda y se la recogió en la cintura, le bajó los pantys hasta las rodillas. Pasó sus manos por las nalgas de ella y la hizo inclinarse aún más, de manera que su trasero quedase bien en evidencia. Pasó suavemente el cinturón por sus nalgas, despacio, para que ella lo sintiera bien. Se alejó unos pasos, dobló el cinturón por la mitad y empezó a azotarla con golpes fuertes y no muy rápidos. Repartió los azotes por toda la superficie de su trasero que iba acusando las marcas rojas que dejaba cada azote.
Tras 20 azotes fuertes, Bernardo paró, se acercó a ella, le acarició las nalgas que estaban ardiendo. La incorporó y volvió a besarla. Al oído le susurró:
- “Te quiero. Estoy loco por ti, pero sabes que el castigo aún no ha terminado”.
Katy lo sabía. Sabía que le esperaba un largo castigo que no había hecho más que empezar.
Bernardo la condujo la cuarto de baño. La desnudó entera y se desnudó él también. Preparó un baño caliente con mucha espuma. Se bañaron juntos. Se acariciaron, jugaron, se hicieron mil arrumacos. El salió del agua, se secó y se marchó del cuarto de baño. Ella sabía que debía permanecer quieta hasta que él se lo ordenase. Bernardo volvió unos minutos más tarde con una cuerda y con la vara.
Katy temblaba, un escalofrío recorrió su cuerpo dejándola paralizada.
La hizo levantarse, le ató las manos y pasó la cuerda por el soporte de la ducha. La sacó de la bañera. En esa posición sus pies apenas rozaban el suelo, y la presencia de la bañera la obligaba a mantenerse inclinada, con las nalgas bien expuestas. Sin secarla, le dijo:
- “Vas a recibir 20 azotes con la vara. Quiero que los cuentes, uno a uno, con voz alta y clara. No grites. Por cada grito que des, recibirás un azote más”
Volvió a besarla y se alejó.
Tomó impulso y con todas sus fuerzas dirigió la vara justo en el centro de las nalgas. Ella sintió un tremendo dolor que se iba expandiendo por todo el cuerpo. Contó el primer azote y procuró no gritar.
Uno a uno los azotes se fueron sucediendo, fuertes, lentos, espaciados para que ella pudiera sentirlos bien.
A partir del número 15 ya no podía más. Sus nalgas estaban ardiendo. No pudo ahogar el grito que salió de su garganta. Gritó en 5 ocasiones, lo que le valió 5 azotes más.
Bernardo paró, se acercó a ella, la metió nuevamente en la bañera y la desató. Pasó la ducha tibia por todo su cuerpo para quitarle los restos de espuma y dejó correr el agua, enfriándola un poco, por sus nalgas, aliviando así el dolor.
La sacó de la bañera y la secó. La abrazó, se apretó contra ella. Ella notó su excitación y su deseo. La tomó en sus brazos y la llevó a la habitación. Se sentó en la cama y la sentó sobre sus rodillas. Besándola y acariciándola le susurró.
- “Queda la última parte ¿Crees que aguantarás?”
Ella asintió.
La giró y la colocó boca abajo, atravesada sobre sus rodillas. Ambos estaban desnudos. Sus intimidades se rozaban.
Con la mano izquierda Bernardo le sujetaba la espalda, con la derecha le acariciaba las nalgas, la espalda, las piernas, entre las piernas. Cuando ella menos se lo esperaba, empezó a descargar una lluvia de azotes rápidos y fuertes sobre cada nalga. Ella se movía con cada azote, y a cada movimiento se rozaban sus partes íntimas. Ambos estaban muy, muy excitados. El, sin dejar de azotarla con la mano derecha, le acariciaba la entrepierna con la izquierda. Sabía que estaba ya muy cerca el momento que tanto deseaba. ¡Y llegó por fin! Ella explotó, con ese estallido intenso, violento y salvaje que enloquecía tanto Bernardo y que anunciaba el fin del castigo y el principio de una larga y salvaje noche de amor.
FIN
Hacía rato ya que los pasajeros del bimotor habían notado el mal fucionamiento de uno de ellos cuando, de repente, se produce la explosión, convirtiendo la hélice y parte del ala en una bola de fuego. El pasaje del avión era, ahora, víctima de la histeria colectiva. El comandante de vuelo, sumido en un grado total de impotencia, solicitaba de sus subordinados la colaboración para preparar a los ocupantes, ante un aterrizaje forzoso. Había visto, muy cerca, un claro donde sabía que tenía que hacer posarse a semejante pájaro mecánico, herido en una de sus extremidades superiores. |
Até que a "terrinha", como a Graça dizia, não era um lugar tão atrasado assim. Tinha uma escola particular e outra pública, as duas de nível razoável. Tinha um cinema. Um posto de gasolina, onde os caminhões que transportavam gado e a lavoura se abasteciam. Alias, a cidade vivia e vive em função das colheitas. Até o calendário escolar era diferente do resto do país porque era adequando a época da safra.
A população era pequena, claro. A cidade onde eu e a Graça estudávamos tinha 30 mil habitantes, somando zonas rural e urbana. A cidade onde ela nasceu e se criou tinha mil habitantes na zona urbana e pelos campos cerca de 10 mil, mais ou menos, porque em época de colheita essa população rural aumentava com gente de outras cidades e até outros estados.
A Graça e eu saímos na noite de terça-feira, depois da aula, pra amanhecermos quarta-feira lá e voltaríamos segunda de tarde, na outra semana, antes da aula. Quarta-feira não tínhamos aula. Quinta-feira seria o feriado. Sexta-feira não haveria aula por causa da véspera. Sábado e domingo eram sábado e domingo. Tudo somado, mais de cinco dias pra nos divertirmos e pra eu conhecer mais o Tiago.
Foi o irmão de Graça que nos pegou, com o carro do pai deles. Ele logo faria vestibular também e estudaria com a gente. Era um moço bonito, parecido com o pai dele. Ele me disse que o papai estava muito feliz pela gente passar o aniversário de Graça com eles. E ficou contente quando ele soube que eu ia. Respondi com um "que bom", seco e sonso, mas por dentro fiquei feliz. A Graça deu uma risadinha safada, o irmão dela não fez nenhum outro comentário.
Bom, chegamos lá na madrugada de quarta-feira. O Tiago nos recebeu brigando com o filho dele, que havia demorado, mas não era culpa dele, tinha um desvio no caminho por causa de uma ponte que estava em reformas. Eu defendi o rapaz e o Tiago sorriu pra mim, com calma, dizendo:
- Bom cê tá gostandu du minino. Eu gostu dissu. – e se virando pro filho – essa aí, mocinhu, quadu é amiga di alguém si meti nas discussões dessi alguém cum us pais delis. Mas tudu bem, gostu dela sê amiga docês!
E o Tiago pegou a Graça no colo, que ela tinha dormido no caminho, a levou até a cama dela nos braços, enquanto eu olhava pra ele com a mesma cara de besta do dia em que ele me deu aquela surra no traseiro. Verdade que estava com sono também.
- Puxa Ceci, pensei que ia levar uma bela bronca... acho que cê que acalmou ele.
O jovem filho do Tiago, hoje meu enteado, me agradeceu pela fria que eu livrei ele e começou a pegar as malas. Eu estava com muito sono, tentei andar mas fiquei dormindo em pé, dei dois passos e me escorei numa arvore, ou no portão, nem lembro... só sei que uns 10 minutos depois que o Tiago pegou a filha dele ele veio me pegar também. Me carregou nos braços até a cama. Me deitou ao lado da Graça e ajeitou minha cabeça no travesseiro. Depois me cobriu, apagou a luz e fechou a porta. Eu me deixei carregar. Os braços dele eram duros e musculosos, mas irradiavam um calor que me agradava muito. Eu me sentia muito menina, sendo carregada assim e muito bem também.
Quando acordei, já era hora do almoço. A Graça acordara uma hora antes de mim e estava cozinhando. Ela era uma boa cozinheira, me ajudaria muito depois, no começo do meu casamento, que eu não sabia nada de cozinha.
Escovei os dentes, tomei um banho rápido, o Tiago estava acompanhando os peões dele pelas terras dele.
Os irmãos de Graça estavam todos felizes por ela estar lá, e comentavam o bom humor do pai deles, coisa rara desde que ele ficara viúvo. A Graça com as irmãs na cozinha falava da vida de estudante, da vida de cidade pequena, que para quem vivia em cidade minúscula... devíamos parecer gente super especial para aquela família.
- Oi Ceci – me chamou Graça, da cozinha – eu tô pensando em ir nadar c’ocê e as manas no riacho que tem aqui perto. Que acha?
- Boa idéia! Depois eu pego meu biquíni, tá bom?
Me deu vontade de ajudar ela na cozinha. Eu não sabia nada de nada e ela explicava as coisas mais simples, gozando de mim. As irmãs dela acabaram rindo também.
Comemos quando o pai deles chegou. O Tiago estava com muito apetite. Me cumprimentou e eu respondi um tanto sem jeito. Ele deu uma risadinha. Igual a risadinha safada da filha dele.
A comida da Graça estava deliciosa, ela é uma excelente cozinheira. Hoje eu faço quase tão bem quanto ela. Depois ela disse pro Tiago que queria ir pro rio comigo e as irmãs, Tiago concordou. Ele nos levou pro riacho que ficava perto da casa deles, cinco minutos de carro, e ficou conversando com a Graça, dizendo que eu estava surpreendendo, me comportando muito melhor do que ele esperava – mas foi só até ele ver meu biquíni. Era um biquíni normal, não era nenhum fio dental, a calcinha do biquíni cobria todo meu bumbum, só molhando muito a calcinha entrava na bunda, dando pra se advinhar minhas formas – mas mesmo assim cobria toda a bunda.
- Cê pensa im vistir issu pur acasu, dona Ceci?
- Sim, por que não?
- Purque cê tá na minha casa, e é falta di respeto si mostrá ansi, pelada, e juntu cum mias mininas, elas vão ficá faladas pur causa tua!
A Graça me olhava com severidade também, igual o pai dela. As irmãs dela ficaram meio sem jeito. Eu fiquei zangada, mas satisfeita também por deixar o Tiago um tanto perturbado, afinal de contas. Então disse:
- Essa roupa todo mundo usa de onde eu venho! Eu uso nos clubes e nas praias por onde passo e nunca tive problemas. Cê é o primeiro que me cria caso! Pois eu não tomo banho então, que essa é minha única roupa, e vou embora hoje mesmo! Tá bom assim?
O Tiago me olhou com raiva, pensei que ele ia pular em mim pra me bater de novo, mas não, ele simplesmente gritou:
- ENTRA TUDU NU CARRU!
As meninas e eu entramos. Pensamos que ele ia voltar pra casa dele, e de lá eu iria de ônibus pra onde eu morava, mas pegamos outro caminho. As filhas dele não tiveram coragem de perguntar nada, e eu estava tão emburrada que não queria falar nada também.
Ele parou em um outro trecho do riacho, de água limpa, cristalina. Tão clara que dava pra ver o fundo, que era cheio de peixes. Ficava num morro, recebia água de uma cascata, desaguava mais adiante, em outra cascata, entre uma cascata e outra formava uma espécie de lago. A gente via os peixes pulando cachoeira acima e era lindo. O Tiago disse:
- Aqui, cêis podem ficá inté peladas, si quiserim, qui ninguém verá. Pur aqui num passa ninguém. Antes di sê di noiti volto pra pegá ocêis. Inté.
- Tchau papai. – disse a Graça, timidamente.
O Tiago não respondeu. Ele foi pro carro emburrado e nos deixou.
- Veja Ceci, o que cê provocou!
- Ora... eu não quero problemas, mas também não tenho roupa de banho, exceto essa que por não sei que motivo seu pai considera indecente...
- E é! Mas não vamos brigar, aqui é muito bonito e podemos até ficar peladas, papai deixou.
As irmãs dela riram, eu também acabei rindo, até a Graça sorriu, e virginalmente fomos vestir nossos trajes de banho. Pensamos que não ia mais ter briga, mas qual, as irmãs de Graça começaram a discutir, porque uma tinha esquecido a roupa de banho e queria emprestado de uma outra, que trouxera dois maios...
- Não empresto coisa nenhuma, quem manda cê ser relaxada?
- Ora... já se viu tanto egoísmo!
- Toma banho pelada, não viu que papai deixou?
- Pois vou tomar mesmo! Não preciso de favor teu, não preciso de caridade tua, tiro a roupa e caio na água!
E tirou a roupa. Ela tremia, de pudor, de vergonha, eu olhando pra ela safada, a Graça olhando pra ela severa, as outras irmãs espantadas... mas era muito bonita, pele branca, cabelos castanhos, os pentelhos loiros, com raízes escuras... linda mocinha com lindo cabaço.
Acabamos rindo. Ela tremia toda quando caiu na água. A Graça ralhava comigo e com a outra irmã, eu por ter começado a discutir com o Tiago, a irmã pelo egoísmo dela. Mas que culpa eu tinha? Até disse pra Graça:
- Olha, tua maninha lá pelada tá tão bonita e nada com tanto gosto que eu acho que vou tirar a roupa e cair na água pelada também...
- Essa não, Ceci!
- Porque não? Não foi o Tiago que disse que podemos?
Enquanto a Graça ponderava que era só força de expressão, eu tirei o biquíni da discórdia e fiz companhia a minha colega de cabaço e nudez. Ficamos duas Iracemas, virgens da natureza, a se banhar no belo e lindo riacho.
A Graça pôs a mão na boca, incrédula e espantada, mas achou aquilo tão absurdo que não ficou zangada e depois pensou: "ora, elas têm razão!" e tirou a roupa pra cair na água com a gente, pelada feito a gente. As outras irmãs dela também se despiram, e todas peladas, a maior festa do "oba-oba" com as virgens do coração do Brasil, nadando num dos mais belos riachos do mundo, digno de um quadro de um mestre clássico, ou digno de uma matéria do globo repórter.
Os peixes, brincávamos com os peixes, deixávamos eles no meio dos nossos pentelhos, e riamos com as cócegas que eles faziam, como um bando de narizinhos no reino das águas claras. Narizinho com o príncipe peixe, Monteiro Lobato devia estar pensando em moças tomando banho peladas e brincando com os peixes nos pentelhos, nos cabaços...
Foi bom, durou a tarde toda. Uma das irmãs de Graça cansou, se vestiu e ficou de guarda pra quando o pai delas chegasse. Ela viu o Tiago subindo morro acima e deu um grito. Foi um tal de donzela correr pra botar maio e biquíni, que tínhamos posto na margem do rio pra ficar a mão, pra gente se vestir quando ele aparecesse, que o Tiago tinha autorizado aquela peladagem toda, mas podia não gostar e brigar, e ninguém estava muito a fim de ficar com o rabo quente.
O Tiago nos encontrou a todas de bom humor. Ele também estava bem humorado. Nós voltamos pra casa pedindo pra ele nos levar no outro dia pra lá, mas ele disse:
- Aqui é bom mas é longi! Cês vão é brincá pertu di casa mesmu! Inté já cumprei otro maio pá Ceci!
Fiquei meio decepcionada, mas não disse nada. Adorei banho de cascata pelada. Ele então perguntou se tudo tinha corrido bem, e a Graça disse:
- Teve só uma rusga entre a Lúcia e a Ana...
- Pur que?
- A Ana esqueceu o maio e a Lúcia tinha dois e não quis emprestar...
- Bom, a Ana si banhô, intão devi tê pegu o maio da Lúcia...
O Tiago disse isso olhando severamente pra Ana, que ficou sem jeito pra mentir, então disse a verdade:
- Bom papai... eu... tomei banho pelada. Cê não disse que se a gente quisesse tomar banho até peladas podia? Pois foi o que fiz, tirei a roupa e tomei banho nua. A Lúcia não queria me emprestar o maio dela...
- É... eu realmenti dissi issu... intão passa. Mas foi só cê qui ficou pelada?
Ele olhou para as outras filhas e para mim. Eu disse então:
- Eu também, seu Tiago. Ela nadou pelada com tanto gosto que eu tirei a roupa e fiquei nua com elas.
- Nós todas! – disseram as outras antes que o pai delas perguntasse – tava tão bom, nadar nua é bom, e cê disse que podia...
- Realmenti dissi... bom, foi pur causa das birras da Ceci, afinal di contas – não gostei dele falar birras minhas, mas ele sorria e isso era bom – cês num tiveram culpa. Cê, Ceci, depois vá inté us fundus da casa, qui quandu a genti chegá vô cunversá cocê lá...
As meninas ficaram espantadas. A Graça olhava a janela e as outras olhavam pasmas pra mim. Eu não sabia ainda, mas isso de conversinha nos fundos da casa significava uma surra longe dos olhares curiosos, quando um mocinho ia apanhar de cinto nas costas ou uma moça ia apanhar de mão ou chinelo na bunda, era lá que o Tiago mandava esperar ele. Ele batia e o povo não ficava sabendo. E as moças ficaram pasmas que eu, do meu tamanho, mais velha que a Graça, que era a primogênita do Tiago, e estranha á família, ainda não era nem noiva nem nada, fosse apanhar feito uma delas.
Mas eu não sabia disso e fiquei na minha, sem entender nada de nada...
Quando chegamos, o Tiago me mandou esperar nos fundos para nossa conversinha. Disse ao meu ouvido: "Cê vai gostá!" e eu fui, pensando o que seria. Ele mandou as moças fazerem os serviços delas lá de casa, e eu fui para os fundos.
Esperei ele por um minuto, mais ou menos. Ele chegou com um chinelo, um cinto e um chicotinho de equitação, e me mandou escolher um dos três ou a mão.
- Pra que? – perguntei.
- Pra apanhá – ele respondeu, com a maior calma do mundo.
Olhei pra ele com a mesma cara de besta do dia em que ele me espancou o rabo na outra cidade. Ele olhando pra mim me excitava e me assustava ao mesmo tempo. Continuei a falar com ele, e a medida que a gente conversava minha "virgo intacta" ia se umedecendo...
- Ora... com que direito?
- Bom... cê quis tumá banhu im traji indecenti, e eu num deixei pra mininas, qui tavam c’ocê, nun ficarim faladas. Cê ficô injuada, e dissi qui ia imbora, num gostei, i pá remediá levei todas pá brincá notro lugá. I lá todas as cincu donzelas ficaram peladas. Culpa tua! Pelo menus im parti! Issu mi dá direitu. Mas num é u mutivu.
- E qual é o motivo?
- É qui gostei d’ocê, desdi qui ti vi.
Sorri, achei bom, mas ainda não entendia nada.
- E vai me bater por isso?
- Pensa qui num vi qui cê adorô as pamadas qui ti dei naqueli dia?
Jesus, ele falando isso, tremi, era verdade, e queria outra surra... tomar banho nua me havia deixado muito relaxada, e eu me excitava com essa conversinha, e eu tinha vontade de apanhar mesmo... ele estava sorrindo para mim, calmo, esperando eu decidir:
- I cê quer u que, afinal di contas? Chinelu, cintu, chicoti ou mão?
- Meu Deus, que loucura... quero de mão, mas olha, será o seguinte: quando eu disser já, cê corre atrás de mim pelo quarto. Quando me pegar, me arrasta até uma cadeira, me deita no eu colo, levanta minha saia, arranca minhas calcinhas e me bate na bunda pelada. Eu vou fazer o maior escândalo, gritando e te xingando, esperneando e esbracejando, mas não vou querer escapar de verdade. Cê me dar uns tapas bem barulhentos, fortes e barulhentos, e ralha comigo me chamando "minina", e dizendo que uma donzela, uma virgem tem que se dar ao respeito.
- Tá bom, será ansí.
O Tiago sorria, olhava pra mim com o maior amor... eu então me preparei pra correr dele, ele se preparou pra correr atrás de mim, e eu disse: "já!". Começamos a correr pelo quarto, ele pra me pegar, eu pra escapar dele... a porta do quarto estava perto de mim, mas eu não queria correr dali, era só teatro.
Ele logo me pegou. Me arrastou até uma cadeira, eu fazia toda a força pra escapar, sem medo de acabar escapando, afinal ele era muito mais forte do que qualquer homem que conhecia, e eu gritava, xingava, esmurrava ele, era uma pulga batendo num elefante, e quando ele me deitou a força no colo, meu cabaço já estava totalmente úmido, virgem molhadinha, bicos dos peitos durinhos, e ele me levantou a saia, minhas pernas balançando, eu não queria sair e fazia o possível pra sair, pra dar realismo a surra na verdade, e ele me arrancou as calcinhas... como tava bom!
PLAFT
O primeiro tapa! Logo outros! Nessa de fingir querer escapar e fazer tudo pra escapar justamente por saber impossível meu cabaço foi se esfregar nas pernas, nos joelhos do Tiago, e alcançei o orgasmo rapidamente... foi um orgasmo gostoso, os tapas PLAFT PLAFT... e meus falsos mas barulhentos protestos, minha xingação, e ele dizendo onde já se viu, uma virgem tomando banho pelada! Toma! PLAFT e desviando as outras! Toma! PLAFT e xingando desse jeito! Toma! PLAFT eu não quero ser mais virgem quero ser puta putinha ORA TOMA! Esse cabaço só saí casando viu? PLAFT se dê valor PLAFT não admito PLAFT e eu gritava reclamava chorava xingava e o Tiago PLAFT PLAFT PLAFT... PLAFT que escandalo!... PLAFT que surra!... PLAFT que delícia!... que mão pesada e firme e forte a estourar no meu traseiro... e meu cabaço roçando as pernas do Tiago... e eu delirei, chorei, gozei, gozei, gozei...
Ele cansou!
Não gozou nas calças, admirável autocontrole. Mas deve ter ido pro banheiro depois.
A minha bunda, marcada de dedos e inchada, um toque me fazia gemer, e gozar... por toda a parte, minha bunda e a parte de cima das coxas, a pele toda rosa, com marcas vermelhas, algumas roxas, de dedos...
Eu já tinha gozado e muito, e por várias semanas, até voltar lá no outro feriado, eu me masturbaria e teria muitos orgasmos pensando nessa surra que o pai de Graça me deu, e nas histórias que a Graça me contaria depois...
No domingo foi a festa de aniversário da Graça. O Tiago tinha matado dois bois e estavam deliciosos. As irmãs da Graça fizeram um monte de quitutes bons na cozinha, e não deixaram ela fazer nada no aniversário dela. O Tiago dizia para o convidados:
- Genti, a Graça faz anus hoji, mas eu ganhei um presenti dela: essa amiga dela é uma linda donzela e é minha noiva. Eu a pedi e ela concordou. Vai casar cumigu.
Os homens de lá cumprimentaram Tiago com sinceridade. Ele tinha o maior orgulho de mim, que era virgem e bonita. Eu tinha o maior orgulho dele que era machão, forte e arrojado. A Graça, felicíssima, porque era aniversário dela e porque o pai que ela amava ia se casar com a melhor amiga dela, que ela admirava. Os filhos homens do Tiago, todos gostavam de mim, e as meninas, bem, elas achavam bom, mas um tanto estranho, eu tinha levado a maior pisa que o pai delas tinha dado em alguém, a surra fora na quarta e domingo ainda meu rabo ainda estava meio quente... o que elas não sabiam era do prazer que eu tirava quando a Graça contava as histórias das surras na família dela. Ainda tenho muito que falar do meu noivado...
Um mês se passou, desde que o Tiago havia me dado aquelas palmadas. Minhas nádegas há muito haviam voltado a cor rosa claro, natural.
Nesse tempo, eu saí menos de casa, passei a me concentrar mais nos estudos. Meus colegas de farra estranharam minha ausência, e eu dizia que precisava recuperar algumas matérias, e outras desculpas pra não sair.
A verdade é que desde que conheci Tiago eu achava as diversões da noite uma coisa vazia, sem sentido... e os moços que saiam comigo não me atraiam mais de jeito nenhum. Nunca tive muito interesse por eles, na verdade. Mas depois que Tiago pulou em cima de mim, me deitou no colo pra me dar aqueles tapas no traseiro, eu simplesmente não achava possível um deles ser homem pra mim. Eu conversava com eles, ouvia a voz deles, e instintivamente pensava no Tiago, que tinha uma voz ao mesmo tempo firme e calma, pausada e forte, no tom certo. Os via com suas namoradas, elas criticando eles por qualquer coisa, eles aceitando porque acabariam largando elas mesmo, me lembrava então do pai da Graça me alertando que eu estava passando dos limites com ele, e pensava que o Tiago não aceitava desaforo assim fácil por dar muito valor ao que dizia as pessoas que conviviam com ele – ou que podiam vir a conviver...
E um dia a Graça me visitou. Era sobre um outro trabalho que faríamos. Nós nos encontrávamos muito na universidade, nos cumprimentávamos, mas eu tinha vergonha dela e ela de mim. Tanto que me espantei que ela viesse me visitar, mesmo estando nós duas no mesmo grupo novamente.
- Pois é, Ceci. Sinto falta de conversar contigo, da gente estudar junto, como antes... o pessoal também tá sentindo falta, cê nunca mais saiu... que cê não queira mais intimidade comigo até entendo, mas eles nem sabem de nada...
- É... bom, eu tenho muita matéria pra recuperar, por isso saio pouco – na verdade não saia mais nada – mas cê pode aparecer na minha casa sim, se for pra estudar...
- Ora, e o que poderia ser?
Boa pergunta. Não podia dizer que podia ser pra falar do pai dela, que eu sim queria falar do Tiago...
- Cê também, Graça, nunca mais quis puxar conversa comigo... me encontra na faculdade e faz que não me vê, quando tem que falar comigo é só "oi, tudo bem e tchau"... foi teu pai que te disse pra me evitar?
- Papai disse o contrário, pra eu estreitar minha amizade contigo. Disse que cê tem jeito de amiga fiel e além disso é uma donzela, coisa rara, nos dias de hoje... cê agradou ao papai.
- Agradei é? – involuntariamente sorri, mas logo meu sorriso se desfez e eu fiquei emburrada – É muito cínico aquele velho...
- Não sei se ele é cínico ou simplesmente sabe das coisas...
Não respondi, e a Graça me perguntou então:
- Cê é virgem mesmo, é Ceci?
- Ora... cê tem o que com isso?
- Nada... mas acho estranho... cê vivia rodeada de menino, vivia bebendo nas boates, pelo menos até conhecer papai .. e teus pais moram lá na capital... eu ser virgem ainda vá, não gosto de noitadas, saí da roça há pouco tempo, e lá quando um garoto se interessava por mim meu pai olhava ele de um jeito que o pobre faltava se borrar todo... ninguém queria problemas com o velho não... até hoje, quem conhece o papai não quer se meter comigo, só arranjei namorado aqui porque ele não conhecia o velho e quando conheceu já estava louco por mim... mas eu não entendo é sua virgindade... ninguém tá aqui pra te controlar, cê sempre foi agitada e espertinha... só foi fazer papel de boba com papai...
- Se eu for virgem!
- Ah, isso é! Só o jeito que cê ficou quando comecei a falar desse assunto... papai sabe das coisas...
O que mais me indignava era o jeito dela falar e sorrir pra mim, a mesma calma do pai dela, sorria do mesmo jeito, e isso me deixava doida. Corri pro meu quarto e me lembrei que estava na minha casa. Então voltei pra sala. A Graça estava rindo com tanta franqueza e tanta falta de malícia que eu não pude sentir raiva dela, mas ainda fiz um esforço pra parecer emburrada, e perguntei pra ela:
- Bom, cê veio pra cá pra estudar ou pra falar do meu cabaço?
- É virgem, confessa!
- Tá, tá bom, sou! Satisfeita? E cê quer o que, estudar ou falar do meu cabaço?
- Na verdade eu agora quero falar da minha vida com papai, o que tenho certeza cê tá doida pra ouvir...
Fiquei pasma.
- Sobre o que, Graça? Mas eu tenho um trabalho a fazer, cê também...
- Sobre minha vida na roça, sobre papai... o trabalho pode ficar pra amanhã, não pode? Cê quer ouvir, não quer?
Bom, eu estava mesmo a fim de ouvir falar sobre o pai dela. Ela então me contou umas histórias interessantes da vida dela.
"Pois é Ceci, lá na terrinha eu não tinha vez não. Eu tinha que estar em casa logo que anoitecia, se tivesse um baile eu podia ficar lá até as 10 da noite, e se alguém dissesse que eu dancei muito com um determinado moço lá vinha papai, me dava uma pisa e uma bronca no pobre. As broncas do papai eram piores que as surras, tanto que quando ele me batia eu dava graças a Deus porque depois de me bater ele ficava uns meses calado.
E o pior é que os mocinhos também iam nessa, tinham medo do velho, não me paqueravam nem me cantavam por causa do papai. Por vezes, eu queria ficar até tarde num baile, e depois de certo horário eles nem mais dançavam comigo, porque sabiam que o velho podia aparecer a qualquer hora, puto da vida, e brigava com quem estivesse comigo. Além de me bater, é claro.
Um dia, o papai me bateu pra valer, e minha bunda ficou cheia de hematomas. O papai é um cabloco forte, até hoje, de montar cavalo e do trabalho braçal na lavoura, que ele tinha e tem muitos empregados mas supervisiona tudo pessoalmente e por vezes faz trabalho braçal, além de se alimentar bem e viver em cima de cavalo, então é um homem forte."
A quem ela o dizia! Até parecia que minha bunda não sabia da força do Tiago!
"Eu tinha estado em um baile, e passara do horário, e ninguém queria dançar comigo. Eu fiquei lá, insistindo em procurar um par, e os meninos ficaram com raiva de mim, sabe, porque eu estava expondo eles ao risco de ganharem uma briga com o papai.
Um deles, que era espetacularmente belo, dançara uma vez comigo e eu gostei tanto do toque dele que fiquei sorrindo para o ar, pensando nele, mas todos viram isso e me disseram:
- Ele é noivo de outra, cê tá gostando do noivo de outra, seu pai vai te dar é uma pisa no rabo, e das violentas!
Mas eu não liguei. Pelo contrário, ele saiu do baile e eu fui até a casa dele, queria saber o telefone dele, e marcar encontro para mais tarde.
Pois olha meu azar: papai estava na casa do vizinho dele, tinha vindo me pegar que passara do horário, já estava puto da vida, me viu na porta da casa dele, e veio me perguntar o que era aquilo. Duplo azar, a noiva do menino estava dentro da casa, e sabia que eu queria pegar o noivo dela, e não gostara nada dessa história. Saiu puta da vida, e viu papai bravo comigo enquanto eu tentava dar uma desculpa qualquer, e ela não só desmentiu o que eu tentava impingir ao velho como disse que eu fiquei secando o noivo dela o baile inteiro, que eu sabia que ele era noivo dela, e o seguira até a casa dele pra marcar encontro, disse o diabo de mim.
Papai só me olhou e disse pra eu esperar ele no carro, que ele ia me levar pra casa. Eu conhecia o jeito do velho e fui emburrada pro carro, já sabendo: ‘vou apanhar, droga!’
2 minutos depois ele entrou no carro. O olhar era o famoso olhar ‘cê-vai-ver-quando-chegar-em-casa!’, que eu conhecia bem...
Mas me enganei em parte. Não foi preciso chegar em casa. No caminho, no meio daquele mato, ele me disse:
- Descí du carru.
Desci, pensando: ‘será que vai ser aqui, meu Deus, se passa outro carro vai me ver numa tão constrangedora situação...’
E o velho me disse:
- Cê vai é pegá um gaio, limpá u gaio, i integrá na mia mão, qui vô ti dá uma bela duma pisa di vara, i será aqui!
Chorei. Olhei pro papai, suplicando tanto no olhar, e ele disse:
- Si prifirí, dexa chegá im casa, qui tiru u cintu, i ti batu nas costas comu nunca bati antis im filo meu!
Com tais palavras, desisti de pedir qualquer coisa. Papai dava nas meninas de mão ou de chinelo, e nos moços de cinto. A surra de cinto era horrível, os mocinhos ficava até uma semana com as costas inchadas, e chegavam a sangrar. Um corretivo no bumbum era sempre melhor que nas costas, dói menos e passa mais rápido. Conformada, fui atrás de um galho.
Aproveitei pra fazer xixi. Estava apertada, e não queria me urinar na frente do papai, o aconteceria se não me aliviasse.
Não sabia, não perguntei se eu ia apanhar deitada no colo ou fora do colo, de joelhos, ou em pé... se deitada no colo, eu pegaria uma vara pequena, se não seria uma vara grande. Na dúvida, peguei uma vara grande, que ele podia partir ao meio se fosse o caso.
Também era uma vara flexível e resistente, se eu tentasse ser esperta e pegasse uma frágil, ele deixaria pra me dar a surra em casa e lá seria de cinto nas costas, seria pior do que surra de vara no bumbum.
Ele pegou a vara, balançou um pouco no ar, testou a dureza na mão, e me mandou virar as costas e levantar a saia.
- Papai, e se passar um carro?
- U motorista vai ficá sabendu qui moça qui passa du horáriu na rua, dá im cima du noivu dotra, e inda tenta mintí pru pai apanha na bunda di vara! Preferi apanha di cintu nas costas im casa?
Bom, eu virei de costas e levantei a saia.
Com o primeiro golpe, VAPT, eu quase sai da posição, mas me contive, fechei os olhos, mordi a língua, apertei os punhos enquanto segurava a saia levantada, e levei os outros golpes, meu corpo gelado de vergonha, só as carnes ao redor das varadas se esquentavam, mas era um calor que se espalhava por todo o corpo, que em si me fazia bem, embora a dor fosse horrível.
VAPT VAPT VAPT
Durante toda a surra fiquei em pé, parada, com a saia levantada. Minhas calcinhas cobriam toda bunda, e também o comecinho das coxas, mas sob os golpes de vara o tecido foi se rasgando, de forma que após 10 varadas já nada restava pra me proteger, e eu apanhei na bunda pelada. Não tive coragem de tampar o bumbum com as mãos, nesse caso eu deixaria a saia cair e papai continuaria a surra em casa, de cinto. Seria pior.
VAPT VAPT VAPT
No intervalo entre uma varada e outra, eu sentia o vento alisar minha bunda. Era bom também, aliviava a dor e me dava um estranho prazer... mas a dor de apanhar era tão grande que na hora não atentei pra isso, pelo menos não de forma consciente.
VAPT VAPT VAPT
E ele batia... não sei quanto tempo durou, mas quando terminou eu sentia uma liquido grosso e morno escorrendo no rabo... era sangue. Papai me autorizou a baixar a saia e sair da posição. Passei a mão de leve no traseiro, ela voltou suja de sangue... as lágrimas que eu continha explodiram vendo aquilo. Papai se voltou pra mim e mandou eu engolir o choro. Eu engoli.
Entrei no carro e me ajeitei como pude no banco. Encostei as costas na poltrona de forma que o peso do corpo não forçasse o couro da minha bunda contra o couro da cadeira, ficando portanto numa posição muito esquisita.
Logo depois da surra cruzamos com um carro. Eu dei graças a Deus que a surra não durou muito, foi menos de 10 minutos, embora eu não possa precisar quanto tempo.
Quando cheguei em casa mamãe me viu tão abatida e triste que tentou me consolar, mas o papai a proibiu, disse que eu estava de castigo e me mandou pro quarto. Foi deitar, de bruços, é claro, e por muitos dias dormi de bruços. Olha Ceci, eu te contando esta história, me da vontade de alisar meu traseiro, que dói..."
- Cê tinha quantos anos?
- 17.
- Cê podia tê-lo processado!
A Graça olhou pra mim, e disse:
- Bom, o que eu fiz foi procurar de novo o moço, o noivo da outra. Peguei o telefone dele e tentei ligar da casa de uma amiga, pro papai não me pegar. Passei a tomar mais cuidado. Ele não quis nada comigo, disse pra eu parar de ligar pra ele, que senão ele ia contar isso pro meu pai, pro meu pai não pensar que ele estava me dando bola, pro velho saber que eu sim que perseguia ele. Então parei de ligar pra ele. Passei a tomar mais cuidado nos bailes, e tudo mais. As vezes eu me descuidava e fazia alguma coisa errada, e ele me pegava na palmada, quase sempre traseiro vestido, e quase sempre com a mão, como fez c’ocê... mas na ultima surra, que te contei, ele me bateu de chinelo na bunda nua, mas foi porque era caso grave, namorar escondido e ainda mentir pra ele, sem outro motivo que não vaidade, como nessa surra dos meus 17 anos eu fiquei no baile até depois do horário e ainda quis me meter com o noivo de outra... nos dois casos e em outros eu preferi dar o assunto por encerrado e esquecer tudo, como alias o papai também fazia...
- Esquecer... puxa, uma surra dessas nessa idade é uma humilhação...
- Bom, papai te fez o mesmo... mas cê não foi pra policia, foi?
- Ora... tive vergonha, e não quero que se espalhe, e pode acabar não dando em nada...
- Penso igual.
- Mas uma coisa que eu também não faria é continuar a conviver com ele, nem depender dele pra nada...
- E por que não?
- Cê não tem orgulho mesmo não, né Graça!
A Graça me olhou com ironia.
- Ceci, querida, papai é um homem muito legal, ainda mais agora que cresci. Ele me ajuda e muito nessa vida. Ele não é nenhum tirano. Não humilha ninguém. E eu posso ter a vida que quiser, com limites, que no fundo até acho razoáveis. Papai tem umas idéias bobas, mas eu tomando alguns cuidados não me acontece nada. Vou tomar mais cuidado com o meu namoro com o Roberto daqui pra frente. Resolvido meu problema.
Ficamos caladas, uma olhando pra outra.
- Cê não gostaria de visitar minha terrinha, no meu aniversário, que também vai dar num feriado? Só pra desfazer essa má impressão que cê tem do papai? Cê vai ver que ele não é nenhum animal irracional. É um homem que teve uma vida difícil pra criar 12 filhos, ainda mais depois de viúvo. E que quer que seus filhos se comportem e sejam prósperos na vida. As vezes perde a paciência, como todo mundo...
- Cê ainda me chama pra visitar teu pai, depois desta?
- Não, te chamo pra minha festa de 21 anos. Talvez encontre o papai, mas ele não fará nada se cê ficar na sua...
- Bem, vou, mas avise teu pai, viu, pra ele não criar problemas...
- Problemas? Ele vai é achar bom, te ver. Ele te achou uma virgem encantadora...
Fiquei vermelha. A Graça caiu na gargalhada.
- Pois é, minha amiga não quer ir muito mais vai... – ela disse com ironia – é uma boa amiga...
"Será que ela viu que estou doida pra ver o Tiago de novo?" – pensei, quando ela se foi.
Mas eu não sabia o que sentia por ele, exceto vontade de ver, curiosidade por ele, queria saber mais, que homem ele era afinal de contas...
E meu Deus, a história que a Graça me contou me deu uma vontade de me esfregar... meu cabaço estava molhadinho!... fui pro banheiro, tirei a roupa, me olhei me masturbando, gozei pensando na história da Graça, a bunda dela levando varadas ao ar livre, nua bunda debaixo da lua, surra de vara de marmelo no bumbum pelado... ela segurando as saias, as calcinhas dilaceradas pelos golpes de vara VAPT, toda emburrada pra não chorar... tinha tempo que não me masturbava, e nunca antes eu havia gozado assim...
Gozei e olhei pro meu corpo nu, pensando com ternura: "cabaço, cabaço, cabaço..." não era mais a mesma mulher. Não tinha mais vergonha de mim mesma. Que homem realmente era o pai da Graça? Eu logo saberia...
Eu e a Graça fomos de carro para a casa dela. Conversamos sobre o que tinha acontecido e sobre o que eu ia falar com o pai dela...
- Não, se eu não tivesse visto seu rabo eu não acreditaria... uma jovem adulta, nível universitário!
- Ai Ceci, isso passou!
Meu nome, ainda não disse, é Ana Cecília, apelido Ceci.
- Não, ninguém tem o direito de ser bruto com ninguém... não interessa a ele se tu namora ou não... e que interessasse! Ele que se negue a cuidar de ti, se não é obedecido e faz questão de ser obedecido... mas que não te bata!
A Graça ficou um tempo olhando a janela, depois disse:
- Ceci... pelo menos não estoure com ele logo de cara... converse, procure conversa numa boa, sem ofender... eu vou tentar falar com o papai pra ele não estourar contigo tá bom? Vai ser difícil mas vou tentar.
- NÃO! Cê fica no teu canto que eu sei o que falar! Faltou é aparecer alguém pra enfrentar ele!
A Graça suspirou...
Quando chegamos, ela quis descer do carro primeiro, mas eu disse:
- Estaciona o carro pra mim, Graça? Eu não conheço a rua direito...
Ela me olhou meio surpresa, meio decepcionada. Esperava descer antes de mim, pra falar com o pai dela.
Desci, ela pegou o volante e eu fui até a casa dela. Vi um homem de cabelos grisalhos, sério e com postura ereta, na porta da casa dela, olhando a Graça estacionar, e eu deduzi que era o pai dela. Fiquei um tanto surpresa, era (e é) um senhor bonito, apesar dos cabelos grisalhos, bem alto e forte, apesar de ter sem dúvida mais de 50 anos. Como ele olhava a Graça, eu reparei na maneira dele olhar e vi que tinha olhos azuis. Ele olhava com atenção, mas sem ferocidade, como pra ver se a Graça estacionaria direito. Eu esperava um bronco, mal vestido, mal barbeado e mal penteado, de olhar frio e feroz. Ele não era isso...
- O senhor é o pai da Graça?
- Sou! – ele se virou pra mim.
-E sabe que o que cê fez com ela dá cadeia?
Ele primeiro ficou surpreso. Depois cruzou os braços e me mediu de cima a baixo, olhando meus olhos. Eu fiquei encarando ele, com cara de má, me preparando para uma explosão, a que eu responderia com outra igual, mas não, ele fez foi dar uma risadinha e balançar a cabeça. A Graça apareceu e ele se perguntou:
- Ela é sua amiga, Graça?
- É colega minha, papai, eu acabei de fazer um trabalho na casa dela...
- É simpática, essa donzela... – ele havia voltado a me olhar nos olhos e ao falar "donzela" sorriu maliciosamente...
Eu tremi de raiva. Quis responder, mas a Graça se antecipou e me convidou a entrar.
- Cê já disse o que queria, não é? Agora chega, vamos entrar! – disse ela ao meu ouvido.
- Não, eu ainda não disse tudo! – e me virando para onde o pai dela tinha estado – você...
Mas o pai de Graça já tinha entrado e nos esperava lá dentro. Então entramos.
- Cê tá seguro, não é, de que vai ficar por isso mesmo!
- As chineladas qui dei nu rabu da Graça?
- E não se envergonha!
- Ora, si ela num si invergonhô di ti contá...
- Ela não me contou, eu que descobri. E tomei a decisão de cobrar satisfação de você.
- Pois ti dô satisfação! Eu sustentu minha filha aqui. Ela si cumprumeteu cum minhas cundições. Num quis cumprir e inda pensô qui pudia mi inganá. Eu a castiguei. Si ela num concorda, podi voltá pá roça. Ou tentá vivê aqui pur conta dela. Ou sua, si quisé. Satisfeita?
O que mais me indignava era a calma com que ele falava. Ficamos nos encarando. Ele então analisou minhas formas, minhas curvas, e eu fiquei vermelha. Ele deu uma risadinha, e eu, gaguejando, perguntei:
- Seu nome, qual é?
- Tiago.
- Não falamos do principal, Tiago. Se "você" - frisei o "você" - não concorda com alguma coisa da conduta dela, pode abandoná-la a própria sorte, se for alguma coisa ilegal tem não só o direito, mas até o dever de denunciá-la, mas não tem o direito de agredi-la fisicamente, nunca, nunca, de jeito nenhum!
- Pois, eu olho a Graça, ela num mi pareci muito ferida. Gostu muitu da minha filha i num queru largá ela nu mundu! I queim diz qui num tenho direitu de insiná ela a respeitá os cumprumissus qui ela assumiu cumigu?
- A lei! Se fomos pra delegacia vamos resolver esta questão.
- A questão foi resovida: a Graça errô, eu bati nu rabu dela e assunto incerradu!
O que mais me impressionava era o jeito dele falar: ele não se envergonhava do sotaque nem das suas origens. Pela maneira dele ver o mundo, não tinha feito nada de grave. Sequer pensava no assunto. E seu tom, calmo, pausado, sem arrogância mas sem temor, firme sem ser agressivo, enquanto eu, ao contrário, tentava encarar com uma fúria que a medida em que ouvia era cada vez mais falsa e forçada...
- Concordo com papai, Ceci. Vamos tomar um café e falar de outra coisa.
- Vamô, filha. Servi u café pá mim e pá tua cunvidada!
- Você não entendeu... pensa que encerramos o assunto entre nós?
- Cum minha filha já tá incerradu. I c’ocê intindi u siguinti: bati na minha filha, cê num gostô, qué si metê cumigu, mas eu num queru brigá c’ocê qui num sô seu pai, istamus cunversadus!
Como ele não queria conversar mais sobre o assunto, eu usei isso pra atacá-lo:
- Veja Graça, ele não quer me enfrentar!
- Vejo que cê quer confusão! Se é por mim isso que cê faz, pode deixar, cê provocando o pai deste jeito é pior pra mim e pra ti.
A Graça falava ao meu ouvido, mas eu falava bem alto para ele ouvir. Mas ele simplesmente olhou pra mim, me mediu de novo, balançou a cabeça e olhou o café que a Graça tinha trazido.
- Veja que ele sequer tem coragem de me encarar!
- É qui cê é muitu bunita, si olhá muitu pr’ocê é capaiz d’eu ficá ti gostandu...
- Pronto Ceci, já tá bom, agora vamos tomar café...
- Ele não tem coragem de encarar quem enfrenta ele, só tem braço pra moça submissa!
O Tiago me olhou nos olhos, endireitou o corpo, sorriu e disse:
- Cê teim uma língua peçunheinta, um rosto lindo quando fica zangada, e um bumbum bom pá apanhá! É meló num mi provocá mais!
Meu Deus, eu tremi de ódio, fiquei vermelha feito uma maçã, mas não sei onde arranjei coragem de dizer:
- Cê sabe que comigo isso dá cadeia, que eu não sou uma cretina covarde feito a Graça e tem medo de mim...
O Tiago deu um pulo em cima de mim e caímos no sofá que estava atrás. Daí ele me levantou e me pôs de bruços no colo dele, dizendo:
- Nunca bati im filhu dus otrus, mas tambeim nunca uma moça veiu im minha casa pá mi ofendê ansí!
- Ora seu... AI!
O Tiago me mandou um bocado de tapas, descendo a mão forte no meu rabo. Por sorte não havia ninguém na vizinhança, pra ninguém me ver em tão constrangedora situação, que o barulho dos tapas e dos meus gritos de protestos certamente dariam o que falar por muito tempo.
A Graça ainda tentou segurar o braço do pai dela, mas ao fazer isso levou um empurrão tão forte que foi de encontro a parede e ficou grogue. E o Tiago continuou me batendo no traseiro.
Quando finalmente acabou minhas nádegas estavam quentes feito carne na frigideira. Eu fiquei pasma olhando para o Tiago. Fui alisar o bumbum mas doeu tanto que deixei escapar um gemido e tirei a mão na hora. Tinha vontade de chorar, mas segurei as lágrimas. Pensei em partir pra cima dele, mas só dei conta de ficar olhando o Tiago com cara de besta. A Graça quis falar alguma coisa com o pai dela, e o Tiago deu-lhe uma encarada tão forte que ela achou mais prudente ficar quieta. Então ela se virou pra mim e disse:
- Bom... cê e o pai já conversaram... quer tomar café?
- Eu fiquei parada, e ela me encheu a xícara de café. Eu peguei a xícara, e o Tiago olhava sorrindo pra mim. Fiquei com raiva, e joguei a xícara nele. A Graça pôs a mão na boca, e eu fiquei encarando o Tiago. Não sei o que esperava, mas com certeza não esperava que ele estourasse de ri na minha cara, como acabou fazendo.
- Graça, sua amiga é uma donzela muitu simpática – disse ele, rindo – achu meló cê levá ela daqui pá depois ela voltá mais calma.
- Boa idéia, papai. Vamos Ceci, depois a gente conversa.
Eu me deixei levar pela Graça. Entramos no carro e ela foi dirigindo. Fiquei com cara de besta até entrar no carro, quando então sentei no banco de passageiro, e senti uma grande dor e uma ardência nas nádegas e aí eu comecei a xingar o Tiago de tudo quanto foi nome. A Graça me cortou dizendo:
- Ora essa, meu pai é um homem muito decente! Cê é que veio se meter onde não tinha que se meter!
- Então ele tem direito de me bater, de te bater, de bater em qualquer uma...
- Mais direito que cê tem de ir pra casa dele criar caso ele com certeza tem! E vamos parar por aqui, tá bom? Cê quer continuar minha amiga, então pare de ofender o papai!
Fiquei calada desse momento até chegar em casa. E antes que eu entrasse entrar em casa a Graça me disse:
- Olha Ceci... vamos conversar depois, quando cê tiver mais calma, tá bom?
- Tá, tá bom...
Entrei em casa, e ela voltou pra casa dela de ônibus. Não sentia mais raiva, nem vontade de brigar, só cansaço, e deitei na cama. Mas antes tirei a roupa, e meu Deus, vi minhas nádegas, eu fiquei bem vermelhinha...
Deitei de bruços, e quando passava a mão de leve em meu próprio traseiro parecia que estava pondo minha mão numa chapa quente... mas também comecei a ficar excitada, com minha vulva molhada...
Procurei reprimir este desejo. Me levantei, tomei um banho frio, lanchei alguma coisa, voltei pra cama, e logo adormeci.
Sonhei que o Tiago me batia e eu fazia uma cara safada, satisfeita, e me masturbava enquanto ele me dava palmadas. Acordei quando gozei. Minha mão estava toda melecada. Minha outra mão estava alisando minha bunda ardida e vermelha. Acordei sem entender nada. Só que eu não tinha raiva de verdade do Tiago. Nos outros encontros eu ficava de cara fechada mais por turra que por qualquer outra coisa. E o Tiago, que sabia muito bem que eu fazia assim por turra, ria de mim, com calma, e me desarmava com seu sorriso e sua calma comigo. Ainda tenho muito que contar, antes do nosso casamento...
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