http://groups.yahoo.com/group/whowantsaspanking/
http://groups.yahoo.com/group/bostonmetrospankingpersonals/

Nota de la autora:
Esto es una historia de ficción. Cualquier parecido con la realidad es solo fruto de la coincidencia
Krenee
 
 

 
 
"Tin, tin", creyó haber oído Campanita a lo lejos..

Parecía el sonido de la pequeña alarma que le avisaba cada vez que Peter Pan le dejaba un mensaje.

Dio media vuelta y siguió durmiendo. Creyó que lo había soñado. Mil veces había creído oír ese sonido, mil veces se había apresurado a ir y ver si era cierto que Peter le había enviado un mensaje y mil veces se había decepcionado viendo que había sido todo producto de su imaginación.

Esta vez no se iba a levantar. Le dolía la cabeza, le dolía todo. Había bebido muchísimo la noche anterior y tenía una resaca de mil demonios.

Hacía una eternidad que Peter se había marchado de Nunca Jamás, que se había hecho adulto y que vivía inmerso en el mundo, en los problemas de los adultos.

Ella durante mucho tiempo, había decidido esperarle, convencida de que volvería a ser el Peter que se fue, de que se cansaría del mundo de los adultos y que regresaría a Nunca Jamás.

Había luchado por mantener Nunca Jamás intacto, tal como él lo había dejado.. pero había fracasado en ese intento. No había sabido dirigir Nunca Jamás, no había sabido hacerlo. Ya no estaban allí los niños descarriados, ni Wendy, ni John, ni Garfio ni el Capitán Smee. Todos se habían marchado, todos se habían ido yendo poco a poco, todos se habían hecho adultos. Sólo quedaba ella. Al principio luchando por Nunca Jamás. Luego, las decepciones, el cansancio, el hastío, la soledad, el dolor, la habían hecho refugiarse en esa guarida en un punto intermedio entre el mundo de los adultos y Nunca Jamás. Había decidido permanecer encerrada en aquella guarida, sola, completamente sola. Había querido desaparecer, incluso morir. Había querido copiar a la princesa de aquel otro cuento, que se pincha un dedo con una rueca y duerme y duerme hasta que el príncipe viene a buscarla y la besa para despertarla diciéndole: "todo ha pasado, mientras dormías yo vencí al mal y ahora vengo por ti"..

Pero ese era otro cuento, nada que ver con Nunca Jamás. En su tiempo de soledad, había hecho incursiones en el mundo de los adultos, incluso, cuando estuvo enferma, ellos la cuidaron. Se le presentaba a ella también la oportunidad de convertirse en adulta, de dejarse llevar por los adultos. Estaba a punto de llegar a la conclusión de que si todos se habían hechos adultos, de que si todos sus amigos, toda la gente que ella había querido, con quien había convivido, con quien había compartido ideales, creencias, ilusiones, se habían pasado al mundo de los adultos y se habían dejado llevar inevitablemente por ellos ¿por qué ella no?. Pero algo dentro de ella se resistía a decir que sí definitivamente. No era capaz de seguir luchando contra la corriente, ya no tenía fuerzas, pero algo dentro de ella le decía que no podía tampoco dejarse llevar ..Por eso, tras estar bebiendo como una condenada toda la noche y haber pillado la borrachera más grande de su vida, había decidió volver a su refugio situado entre el mundo de los adultos y Nunca Jamás y encerrarse allí a meditar, a pensar..Tenía que encontrarse de nuevo a sí misma, saber quién era, saber qué debía hacer, qué camino debía seguir..

Dio otra vez media vuelta, y aunque la cabeza le dolía y todos los tornillos le sonaban dentro, recordaba el sonido de la alarma. ¿Y si fuera verdad que había un mensaje de Peter?..No.. No se levantaría. Sería otra vez una falsa alarma. Peter vivía en el mundo de los adultos y no se acordaba ya de ella. Sin embargo, no dejó de removerse incómoda pensando en que tal vez, tal vez, esta vez, pudiera ser que sólo por esta vez, Peter se acordase de ella. En definitiva, era Navidad..Tal vez le hubiese enviado una tarjeta...

Se levantó, y su corazón de sobrecogió cuando vio que, en efecto, esta vez de verdad, había un mensaje.. un mensaje de Peter Pan.

Abrió el sobre .."PASAJE PARA NUNCA JAMAS".

Peter le había enviado un pasaje para Nunca Jamás.. No lo podía creer. No había nada más en el sobre, sólo un pasaje y una firma. Una firma inconfundible..La firma de Peter Pan.
 
 
 
Le divisó a lo lejos. Allí estaba. En el mismo sitio donde se encontraban, ya hacía una eternidad, cada vez que por alguna razón debían separarse . De costumbre, cuando se separaban, al encontrarse de nuevo, ella saltaba sobre él, se agarraba de su cuello, él la sujetaba por la cintura y la levantaba para equilibrar las estaturas, y se abrazaban y se besaban como locos..

Esta vez era diferente. Campanita caminó lentamente hacia él. Peter caminaba lentamente hacia ella. Se miraron, se abrazaron como amigos, como hermanos. Se besaron en la mejilla..

Peter estaba cambiado. Muy cambiado. Estaba mucho más delgado, no tenía buen aspecto. Negras bolsas bajo sus ojos, ojos tristes, ojos que habían perdido el brillo de la alegría de vivir de otros tiempos..

La condujo por un nuevo camino. Un camino diferente. La llevaba a su nueva guarida. Más pequeña que la otra, confortable y arreglada con muy buen gusto. (No sería Peter si no fuera así). Peter le enseñó su habitación. Se le hacía raro. Siempre habían compartido la misma habitación en todas las guaridas donde habían estado, pero esta vez era diferente, esta vez, cada uno tendría su habitación.

Ella se sentó en la cama de la habitación que Peter le había destinado. La había dejado allí para que deshiciera el equipaje mientras él preparaba algo de comer.

Abrió el cajón de la mesita de noche y se encontró con Spiderman y un coche de bomberos.. Sonrió para sí y le invadió una oleada de ternura. Imaginaba quién era el propietario "ocasional" de esa habitación en la nueva guarida de Peter..Acarició el muñeco y el coche, los volvió a dejar en su sitio y se levantó para deshacer el equipaje y reunirse con él en el salón. Era curioso, apenas habían hablado durante todo el trayecto, y ella se preguntaba si había algo que decir.

Peter estaba en la cocina. Demasiada comida para el gusto de Campanita..

-"Te lo vas a comer todo Campanita, estás demasiado delgada"

Preparó la mesa y llevó las entradas, la ensalada, las bebidas y el pan mientras Peter hacía los filetes a la plancha.

Se sentaron a la mesa. Ella no tenía hambre.

Peter untó paté en un trozo de pan y se lo dio a ella..

"Comételo"..

Campanita sintió su mirada y un escalofrío recorrió su cuerpo. !Esa mirada!..Recordaba cuando, hacía una eternidad, Peter la miraba así.. Miradas llenas de cariño, de ternura, y ... de severidad.

Peter siempre la había dominado. Ella, Campanita la rebelde, la invencible, la leona, "l´enfant terrible"... el huracán Campanita... era como una niña pequeña, obediente, sumisa, indefensa para Peter Pan..

Sintió de nuevo la autoridad de Peter en su mirada, la autoridad unida a la ternura, al cariño, y volvió a sentirse la niña pequeña, la obediente geisha, propiedad privada de Peter Pan.

Tomó el trozo de pan y se lo comió. Peter sonrió.. La inundaba de ternura, sin haberla tocado, sin haberla acariciado, sin casi haberla hablado, Campanita sentía la inmensa ternura de Peter hacia ella, y volvía a sentirse la de siempre, junto a él. Hacía esfuerzos locos por comer todo lo que Peter había cocinado, cuando oyó que le decía...

-"¿Cómo es posible Campanita, que hayas decidido casarte con él?"

Se quedó helada, paralizada ante esa pregunta..¿Quién había sido? ¿Quién la había traicionado? ¿Quién se lo había dicho a Peter?...Había sido la sirena.. Ninguna duda.. La sirena seguro...

-"Te lo ha dicho sirenita ¿Verdad ?"

La mataría, cuando volviese la mataría, seguro que sí..¿Cómo podía haberse atrevido a avisar a Peter de eso? ¿Quién era ella para meterse en su vida?.. Cuando volviese a casa, lo primero que cocinaría sería cola de sirena a la sal...

-"Campanita, contesta a lo que te pregunto"

Campanita se dio cuenta de que se había puesto tan furiosa contra la sirena que se había olvidado de responder a Peter..

-"¿Qué quieres que te diga Peter?...

-"Campanita, escúchame.. escúchame bien, por favor..Tú eres una mujer extraordinaria, fantástica, única, diferente..No debes cambiar nunca Campanita, no debes hacerlo"

-"Yo no soy extraordinaria, ni fantástica, ni única ni diferente. Lo que Campanita tiene de extraordinario, de fantástico, de único y de diferente es gracias a Peter Pan. Sin Peter, Campanita no es nada, absolutamente nada. Peter es el que es extraordinario, fantástico, único, diferente. Es Peter quien creó a Campanita. Campanita fue fuerte porque Peter le dio la fuerza para vivir, Campanita era alegre porque Peter le dio la alegría de vivir, Campanita fue Campanita porque estaba junto a Peter Pan. Ahora Peter no está, se hizo adulto. Campanita ha demostrado que sin Peter es un completo desastre, no fue siquiera capaz de mantener el espíritu de Nunca Jamás. Se equivocó en todo, todo lo hizo mal, todo lo hizo del revés..Si Peter Pan se hizo adulto, Campanita también se hará adulta.

-"Campanita..por favor.. No con él. Se que le conoces desde que erais niños. Se que no es la primera vez que te propone que te cases con él..pero tú misma me lo has dicho muchas veces.. Solo busca un figurín que le sirva en su vida social, una muñequita de porcelana que le adorne el salón. Tú no estás enamorada de él. Es lo más opuesto a ti que existe. Campanita, piensa un poco. En todo el tiempo que te conozco, solo he visto dos personas capaces de exasperarte solo con su presencia, y una de esas dos personas es él..¿O no es cierto que cada vez que le ves , con sólo cruzar dos palabras, no pierdes los estribos hasta el punto de desear estamparle la sopera o lo que sea en la cabeza? !Pero si cada vez que le ves acabas mandándole a la porra!. No habláis el mismo idioma, no tenéis ni un solo punto en común, no estáis en la misma frecuencia de onda, no existe ni un mínimo de atracción, no le quieres, no te gusta, y además te llevas fatal con él..¿Cómo puedes aceptar su propuesta de matrimonio?

-"Es un adulto Peter, y si todos os habéis marchado al mundo de los adultos y me habéis dejado sola ¿por qué no puedo decidirme a ser una adulta yo también?..Muchos adultos no se casan por amor sino por comodidad..(privilegios de ser adulto, y de forjarse una vida sobre el qué debo hacer y no sobre el qué quiero hacer...!Qué te voy a contar a ti sobre esto !). Estoy harta Peter, harta de luchar contra todo y contra todos, harta de ser rebelde. ¿Sabes? Los héroes, los mártires, son héroes porque mueren por la causa.. Si esas mismas personas no hubiesen dado su vida por la causa, y hubiesen envejecido normalmente, al final, se habrían aburguesado por cansancio, y en lugar de héroes habrían sido calificados como "chaqueteros" por haberse dejado llevar por la corriente. No se puede ir contra la corriente toda la vida. No es fácil luchar contra todo y contra todos y además ver, sentir cómo en esa lucha vas perdiendo a tus seres queridos, uno tras otro..No quiero luchar más, no puedo luchar más, no tengo fuerzas para seguir nadando contra la corriente, quiero dejarme llevar por ella, y esa es una buena solución; al menos es la solución ideal que me proponen los adultos que me rodean y que me quieren

"Campanita, no te voy a dejar que lo hagas. Es un suicidio. Le conozco ¿lo recuerdas? Se como es, y se que te destrozará la vida. No tiene nada en común contigo. Te hará desgraciada. No te voy a dejar que te cases con él. No te voy a dejar que hagas nada que te haga daño, que te destruya. Si encontraras a alguien que te quisiera de verdad, que te diera todo el amor que necesitas, que te pudiese hacer feliz.. Yo sería el primero en animarte a decir que sí..Me rompería el corazón porque significaría de veras el final de la historia de Campanita y Peter Pan, pero te animaría a hacerlo..Pero no te voy a dejar que te equivoques, no te voy a dejar que sufras más..No lo voy a permitir Campanita..

Las lágrimas rodaban por las mejillas de Campanita..

-"¿Significaría el final de la historia de Campanita y Peter Pan?? ¿Es que no está acabada la historia? ¿Hay esperanzas de que vuelva a empezar?

Esta vez era Peter quien lloraba..

-" Campanita, estoy viviendo los peores momentos de mi vida, los momentos de mayor inestabilidad. Todo este tiempo me he debatido entre seguir en el mundo de los adultos o volver a ser Peter Pan. El mundo de los adultos es un mundo terrible, hay muchas obligaciones que se deben cumplir, muchos compromisos. Los adultos viven en un mundo en el que la obligación, el deber, está por encima de la felicidad, de los sentimientos.

¿Sabes cuántas veces me he querido rebelar? ¿Sabes cuántas veces en medio de una reunión he querido gritar "!YO NO SOY COMO VOSOTROS. SOY PETER PAN. !!!REVOLUCION!!!. GUERRA A LOS ADULTOS.QUIERO SER PETER PAN, QUIERO ESTAR JUNTO A CAMPANITA!...Pero no he podido, me he mordido la lengua, he llorado por que soy infeliz, pero, como decías antes, me he dejado llevar por la corriente.

El mundo de los adultos me ha hecho mucho daño Campanita, pero tengo miedo de dejarlo. Tengo miedo de que sea demasiado tarde y de que las secuelas que en mí ha dejado ese mundo (que son muchas ), me impidan volver a ser Peter Pan, el Peter Pan que tú esperas, del que estás enamorada...No tengo nada claro en mi vida Campanita, no se lo que va a pasar.. Pero una cosa sí tengo clara, sólo una cosa...Nunca más volveré a hacerte daño. No puedes imaginar cómo me he maldecido, incluso hasta querer estar muerto, sólo de pensar en el daño que te hice. Nunca más quiero volver a hacerte daño. Si no puedo volver a ser el Peter que te hizo tan feliz en otros tiempos, prefiero apartarme de ti y dejar que vivas tu vida y sigas tu camino, si ese camino te aporta felicidad. Pero si veo que te vas a equivocar, si veo que vas directa a la infelicidad, no lo permitiré, no te lo permitiré mientras viva Campanita. Vigilaré desde la distancia tu felicidad, y seguiré luchando por volver a ser Peter Pan. Si consigo volver a ser el que fui, y tú no has encontrado a nadie, es porque está escrito, que nuestro destino es estar juntos y ser felices.. Si consigo volver a ser el que fui y tú eres feliz con otro, será por que está escrito que nuestro destino no es el de estar juntos, y aunque con el corazón destrozado por no tenerte, seré feliz por que al fin alguien te hizo feliz...
 
-"Peter, sólo tú tienes la llave de mi felicidad..Sé por todo lo que estás pasando. Se cómo te estás debatiendo y se que mil veces, que millones de veces, has estado tentado de enviar un mensaje a mi casilla, que millones de veces has estado tentado de venir a buscarme y que te ha frenado sólo eso: el miedo de hacerme daño..el miedo de que volvamos a juntarnos en estos momentos de inestabilidad y que luego las circunstancias te obliguen a tomar el camino que no quieres, pero que debes, y y que yo vuelva nuevamente a sufrir...

Peter, no te pido nada, no voy a interferir en tu vida..Pero por favor, por favor, no me vuelvas a abandonar. Dices que no quieres hacerme daño.. tu abandono me lo hace..

No te pido que nos casemos, ni tan siquiera que me ames... sólo que estemos juntos y que seamos amigos..

-"Campanita, tú yo no podremos nunca ser amigos.. Es demasiado fuerte lo que hay entre nosotros, demasiado fuerte. Sabes perfectamente que es imposible que seamos sólo amigos.
 
"Peter, juntos tú y yo nos hemos comido el mundo.. Mi fuerza es tu fuerza, tu alegría es mi alegría.. Juntos hemos resuelto siempre todos los problemas. Los problemas no han sido nunca problemas cuando estábamos juntos..Desde que decidiste alejarte de mi, porque el mundo de los adultos te hizo salir de Nunca Jamás, y decidiste alejarte del todo por miedo a dañarme más, nuestras vidas han estado llenas de errores, de soledad, de dolor.. Campanita no es nada sin Peter Pan, Peter Pan no es nada sin Campanita.. Se que el camino no es fácil, sé que no me puedes prometer nada y no espero ninguna promesa, se que habrá marchas adelante y marchas atrás.. pero si estamos juntos, todo irá mejor Peter.. si estamos juntos, ambos sabremos luchar y sabremos vencer..Por favor, no me vuelvas a abandonar..
 
-"Estoy aquí Campanita, siempre he estado ahí..vigilando tus pasos, en silencio.. Estoy aquí, junto a ti..Vuelve a Nunca Jamás, vuelve a ser tú misma, Campanita.. la hadita alegre, fuerte, segura de sí misma. Diferente a todos, rebelde, luchadora incansable, idealista. ..Aunque en la sombra, tal vez en la distancia, yo estaré ahí, junto a ti.. Debatiéndome, luchando por volver a ser el que fui.. pero...siempre junto a ti..
 
 
Ambos lloraban.. Sus manos estaban tan juntas, que un sólo movimiento habría bastado para enlazarlas.. Se miraron y no lo pudieron evitar..Se abrazaron, se besaron. Campanita sentía las lágrimas saladas en la boca de Peter. Él la besaba con pasión, con dulzura. Sentía la boca de Peter en la suya y todo su cuerpo se erizaba...

Peter se levantó, la tomó en sus brazos y la llevó al sofá.. Se tumbó sobre ella y la fue recorriendo poco a poco, con sus manos, con su boca. Le iba quitando la ropa y la recorría suavemente, dulcemente..

Ella cerraba los ojos, sentía las caricias de Peter y todo su cuerpo se estremecía. Cerraba los ojos y se concentraba en esas caricias. Quería grabarlas en su mente una por una, momento por momento. Su cuerpo se estremecía y de vez en cuando gemía, cuando las manos, la boca de Peter pasaban por sitios estratégicos..

Peter conocía todos los puntos de Campanita, sabía cómo la debía tocar, cómo la debía acariciar.. Sabía cómo hacerla estallar mil veces seguidas, con esos estallidos salvajes que la caracterizaban y que a él le volvían loco.

Lo estaba intentando, estaba intentando hacerla llegar a ese paroxismo que él adoraba, pero .. esta vez, esta vez no era como las demás...Campanita se erizaba con las caricias, incluso gemía, pero no se excitaba.

Hacía mucho tiempo, una eternidad. Desde aquella última vez que Peter la tocara, nadie la había vuelto a tocar, nadie la había acariciado, nadie la había hecho suya..

Campanita estaba concentrada en el amor, en la ternura, en el cariño que Peter le estaba proporcionando, y no conseguía el nivel de excitación que él buscaba.

Peter se sentó en el borde del sofá. Tomó a Campanita de la muñeca y tiró de ella. La colocó boca abajo sobre sus rodillas, y sin aviso de ninguna clase, empezó a azotarle las nalgas, con azotes fuertes, rápidos y en crucero..

Campanita se sorprendió. La había pillado desprevenida. Empezó a sentir los azotes..!Cuánto tiempo!!! Era raro.. Campanita, en sus tiempos de soledad, podía recordar las sensaciones que en ella habían dejado los besos y las caricias de Peter, pero le había resultado muy difícil recordar (revivir) la sensación de los azotes.. Y ahora, Peter la estaba azotando de nuevo, y ella sentía sus manos, sentía sus palmadas, sentía el fuego en sus nalgas..Sentía la excitación de Peter bajo su vientre. A cada nuevo azote, ella se movía y sentía su excitación desnuda bajo la desnudez de ella. El fuego empezó a subir desde su vientre.. Lo notaba.. La cabeza le daba vueltas..

Peter seguía azotando, cada vez con más fuerza..

Tras una sesión de muchos azotes ¿cuántos?..paró un momento.. Introdujo su mano en la entrepierna de ella.. Sonrió satisfecho.. Ahora sí.. Ahora empezaba a conseguir lo que andaba buscando.

Siguió descargando azotes con su mano derecha mientras que con la izquierda maniobraba magistralmente en su entrepierna.
Campanita empezó a gemir, cada vez más fuerte. Se movía al ritmo de las caricias que Peter hacía en su intimidad...Al moverse, sentía la excitación de Peter, y procuraba frotarse en ese calor...Su respiración se entrecortaba, su corazón latía deprisa, cada vez más deprisa..Tan deprisa que al final se paró.. Toda la presión acumulada salió al exterior en un estallido salvaje acompañado de un grito profundo...

Tras la tormenta, la calma.. Campanita respiraba entrecortadamente, agotada, sobre las rodillas de Peter..Peter la acariciaba dulcemente.. esperaba que ella se recuperase..

La giró y la sentó sus rodillas.. La presión de sus nalgas doloridas sobre las rodillas de él aumentaban el dolor, pero estaba feliz. Peter la miró a los ojos. Ella bajó la vista. Siempre era así. Se avergonzaba cuando Peter la miraba tras un orgasmo. Ella siempre cerraba los ojos, y cuando Peter la forzaba a que le mirase, se sentía avergonzada, como una niña descubierta en falta..Y Peter la obligaba a mirarle.. Le encantaba esa timidez suya, esa sensación de verguenza. La miraba con infinita ternura, le sonreía y la besaba.

-"Peter, siento que te haya costado tanto esta vez.. Estaba desentrenada. Desde la última vez que estuve contigo, que me hiciste tuya.. nadie...no he estado con nadie.."

"Tsssssssss..Ya lo sé Campanita.. Ya lo sé".

Poniéndose muy serio Peter añadió:
 
" Quiero que sepas Campanita que estoy muy enfadado.Estás muy delgada. La próxima vez que nos veamos, recibirás 100 azotes con nuestra cane de ratán por cada kilo que has perdido..¿Cuantos kilos son? ¿10?.. Desde ya, quiero que te prepares para nuestro próximo encuentro..1000 azotes con cane en 10 días.. 100 por cada kilo perdido..¿lo has entendido?

A Campanita le dio un vuelco el estómago.. No sólo por los 1000 azotes con la cane de ratán, con su cane, la cane que ella temía pero al mismo tiempo adoraba, sino por la promesa de que un día, tal vez no muy lejano, pasaría al menos 10 días enteros junto a él.

Peter se levantó del sofá, tomó a Campanita de la mano y la llevó a su habitación..

La colocó en mitad de la habitación. La hizo agacharse, abrir las piernas y apoyar una mano en cada rodilla...

Ella se quedó inmóvil, esperando.

Peter salió de la habitación..Tardaba. Los nervios de Campanita iban a estallar. No podía moverse, lo sabía, se sentía ridícula en esa posición, ella sola, en medio de la habitación, sin poder moverse hasta que él llegase. Se estaba cansando..Estaba nerviosa.. la incertidumbre...

Por fin apareció Peter..No le podía ver, estaba de espaldas a ella. Se le acercó. Entonces sintió que Peter le pasaba el cinturón por su cuerpo. Despacio, por las piernas, por la cara interna de los muslos, le dio unos golpes suaves ahí para que abriera más las piernas.. Por las nalgas, por la espalda...

Ella sentía las caricias del cinturón, y su cuerpo se estremecía. Su estómago se ponía del revés por que sabía que tras las caricias, en cualquier momento, llegarían los azotes..

Intentaba recordar cómo se sentían los azotes con el cinturón.. No podía..¿Por qué no podía revivir mentalmente las sensaciones de los azotes?? No tuvo tiempo de pensar en más.. Peter, tras ella, empezó a descargar azotes sobre sus nalgas con el cinturón doblado en dos. Con bastante impulso, Peter comenzó a administrar los azotes muy despacio, y muy fuerte. Cada vez que Campanita recibía un azote, sobre ambas nalgas, daba un respingo, el impulso de la fuerza del azote le hacía moverse hacia delante y perder la posición.. Fueron unos 15 más o menos así.. Luego, Peter empezó a azotar más rápido, menos fuerte pero más rápido, cada vez más rápido.. Era insoportable para Campanita.. Sus nalgas habían perdido la costumbre del dolor.. Se mordía los labios, cerraba los ojos, lloraba.. Quería decir !Basta!, quería que Peter parase, pero no lo dijo.. sus dientes mordían sus labios y no dijo ni una sola palabra.. Aguantó...Sabía que debía tener las nalgas más que rojas, violetas.. seguro que sí, lo presentía.. Le ardían.. Sentía fuego...

Peter paró, se acercó a ella...le acarició suavemente las nalgas .. uffffffffff era maravilloso sentir a Peter así..

La tomó en brazos y la llevó a la cama.. La puso boca abajo.. pasó su boca por las maltrechas nalgas . Era una sensación maravillosa sentir esa suavidad, esa ternura.. Sentía a Peter volverse loco.. ella también estaba enloqueciendo..La hizo suya por donde adoraba hacerlo cuando estaba recién azotada. Peter adoraba sentir el calor de las nalgas de Campanita recién azotada. Campanita adoraba sentir a Peter cuando estaba recién azotada. Con una mano Peter, le acariciaba el pecho , con la otra, su otra intimidad.. Campanita gritaba de nuevo, otra vez quería estallar.....Peter también estaba loco, quería que Campanita pudiese estallar aún un par de veces antes de que estallase él.. Pero paró. Campanita estaba débil, aún estaba enferma, no se había recuperado.. No quería que se desmayase.. No esta vez.. Quería disfrutar de ella y darle todo su amor.. Todo el amor que él era capaz de dar y que ella absorbía por cada uno de los poros de su piel. Quería hacerla feliz, prolongar el momento todo lo que pudiese sin que ella perdiese el conocimiento..La dejó descansar. Le besó la nuca, los oídos...Recorrió su espalda con la boca..Y cuando la respiración de ella se normalizó, volvió al ataque con furia, con pasión.. Volvieron los movimientos de va y ven, y a cada movimiento, Peter chocaba con las nalgas de Campanita, haciéndole recordar el castigo recibido. Los azotes marcados en su piel ardían cada vez que él chocaba contra ellos. ..Campanita sabía que esta vez él estallaría.... Le esperaba, estaba preparada.. le deseaba.... Quería estallar al mismo tiempo que él.. .. Y por fin, por fin sintió su fuego, tan deseado, tan esperado, y al sentir su pasión abrasadora, estalló ella también, en una nueva explosión, aún más violenta, aún más salvaje...

Casi inertes, casi sin fuerzas, aún con la respiración entrecortada, oyó a Peter susurrarle al oído:

"Esto ha sido un adelanto Campanita, para que te vayas preparando para la próxima vez..Recuerda que serán 100 con la cane por cada kilo que has perdido, aunque de aquí allá los vuelvas a recuperar, y si pierdes más, de aquí allá, 200 por cada kilo que pierdas de más..Campanita, como no te cuides, te voy a azotar tanto, que te juro que vas a cambiar de fantasía..Odiarás los azotes..te lo juro...Lo digo en serio..Si tu no eres capaz de cuidarte por ti misma, yo te obligaré a hacerlo... Piénsalo”
 
 
 
 
FIN

A Herança

by Zefir




Ainda não estou acreditando e, se não tivesse acabado de sair do escritório do advogado com os papéis na mão, provavelmente iria achar que era alguma brincadeira. É que eu acabo de herdar uma casa no campo como herança do meu avô. Nem uma hora de viagem de onde eu moro. Na verdade a casa era a sede de uma grande fazenda que foi dividida entre os herdeiros. Não sei porque deixaram a casa para mim. Talvez porque preferiram a parte produtiva da fazenda e, como eu sou da cidade, me deixaram a casa, sei lá... Só sei que amanhã estou indo visitar minha nova propriedade.
   
Chegando em casa, já fui arrumando as minhas coisas e, no meio da bagunça, achei o álbum de retratos da minha mãe. Bom, só para vocês entenderem mais ou menos a minha família, eu sou filha única e meus pais morreram há algum tempo num acidente de carro. O meu avô, pai da minha mãe, era fazendeiro e muito tradicional, tipo paulista quatrocentão, e sempre morou na fazenda. Vinha muito pouco para São Paulo porque achava a vida na cidade muito liberal, que as pessoas haviam perdido a noção de respeito e educação, essas coisas que os mais velhos sempre falam sobre os hábitos dos mais jovens. Minha mãe tinha mais um irmão, que também havia morrido, e minha tia e meus primos eram os herdeiros do resto da fazenda. Voltando ao álbum, a foto da casa era muito antiga mas mostrava perfeitamente toda a fachada. Estilo tradicional com portas altas, sacadas nas janelas e uma escada na frente deixando a porta de entrada de frente para uma pequena varanda de onde se via todo o jardim. Fiquei lembrando das brincadeiras com meus primos quando éramos crianças, dos passeios, das cavalgadas, da comida feita na gordura de porco, do pomar, do riacho. Bons tempos. Lembrei do meu avô e da minha avó, sentados na varanda da frente da casa, acompanhando nossas brincadeiras. Apesar de ser bastante rígido e sistemático, nosso avô era muito carinhoso com os netos, sua paciência era enorme. Bom, enorme para nos ensinar, para cuidar de nós, para brincar,  mas se o caso fosse de desobediência,  de pirraça, ele não pensava duas vezes para esquentar um traseiro. Ele andava com uma bengala, por causa de um começo de derrame que teve, mas depois passou a usa-la mais por hábito do que por necessidade. Quando algum dos netos ou netas fazia uma malcriação ele batia, de leve, com a bengala na bunda. Se continuássemos com a malcriação, uma visita no colo dele era certa. Fosse neto ou neta o ritual era o mesmo, ele deitava a criança no colo de bunda de fora e dava umas boas palmadas.

Uma vez, e eu não gosto de lembrar, fomos eu e minha mãe passar uns dias com meu avô. Eu tinha uns doze anos, estava de férias e meu pai viajara para o nordeste para visitar uma filial  da firma na qual trabalhava. Uma noite minha mãe havia ido até uma cidadezinha próxima com umas amigas de infância e voltou lá pelas onze da noite, horário que para o meu avô era um absurdo. Eu estava no banheiro quando ouvi a minha mãe falando com ele. Ela dizia que não era mais criança, que com meu pai já havia voltado para casa muito mais tarde do que isso e que não era mais criança. Dava para perceber que ela havia bebido um pouco. Ela falava alto mas meu avô falava baixo e pausadamente. Inclusive nunca tinha visto ele levantar a voz. Tive de me esforçar para ouvir o que ele dizia. Só consegui entender que, como meu pai estava viajando e ela estava sob sua responsabilidade, ela teria de obedece-lo. Minha mãe falou mais alguma coisa mas parou abruptamente quando ouviu-se um som meio abafado e um leve gritinho da minha mãe. Para nós que conhecíamos o vovô era fácil saber o que era aquele som: bengala batendo numa bunda. Minha mãe voltou a discutir com meu avô e, apesar de não acreditar que ele daria uma surra nela, que já era adulta, minha vontade era de avisa-la para parar. Novamente ouviu-se aquele barulho característico e minha mãe parou de falar e gemeu. Agora ele deve ter batido mais forte e falou alguma coisa sobre ir para o escritório. Não ouvi mais nada. Sai devagarinho do banheiro e, sem fazer barulho fui até a porta do escritório. Pelo buraco da fechadura eu vi o meu avô sentado numa cadeira no meio do escritório e minha mãe de pé na sua frente, de cabeça baixa. Ele colocou a sua bengala no chão e deu dois tapinhas no seu joelho. Minha mãe ficou de costas para mim e começou a deitar de bruços no seu colo. Ele colocou a mão no ombro dela, impedindo-a de deitar e apontou para a calça. Minha mãe deve ter começado a chorar pois, mesmo de costas, dava para perceber ela tentando enxugar as lágrimas. Lentamente ela começou a tirar o jeans, já tirando a calcinha junto, e deitou no colo do meu avô. Minha mãe era uma mulher muito bonita e de uma personalidade muito forte, imagino o tamanho da vergonha que aquela situação lhe trazia. E foi também quando percebi o respeito que meu avô impunha na família.

Ele começou a bater nela com força, bem mais forte do que batia em nós. Batia sempre no centro da bunda e a cada palmada parecia que minha mãe seria jogada para fora do colo dele. No começo ela segurou o choro, mas logo alguns soluços denunciavam que ela não agüentaria muito tempo. Quando ela começou a chorar sua bunda já estava tão vermelha que achei que ela nunca mais poderia se sentar na vida.

Quando tudo acabou ela ficou ali, deitada no colo e chorando. Só quando ela se acalmou é que ele a mandou se levantar. Lentamente ele pegou a sua bengala, levantou da cadeira colocando-a de volta atrás da escrivaninha e começou a vir para a porta. Tudo sem dizer uma única palavra. Só tive tempo de me esconder atrás de um móvel antes que ele abrisse a porta. Torci para que ele subisse as escadas o mais rápido possível pois queria ir logo para o meu quarto para que minha mãe me visse. Não queria que ela soubesse que testemunhei a sua surra. Mas não deu, quando eu fui correr para as escadas dei de cara com ela. Estava com suas calças dobrada nos braços e nua da cintura para baixo. Acho que não consegui vesti-las de novo. Quando nos olhamos comecei a chorar e a única coisa em que pensei foi abraça-la. Ficamos um pouco ali paradas, abraçadas e subimos para o quarto. Ela me pôs na cama e foi para o banheiro. Eu ainda estava acordada quando ela voltou e deu para perceber o cuidado com que ela de deitou e ouvir o seu choro baixinho.  Não resisti e perguntei porque ela deixou o vovô bater nela. Ela respondeu que ele já era velho e que na cabeça dele, aquilo era para o nosso bem. Mesmo assim não fiquei muito convencida, afinal ela já era adulta e ele não teria forças para bater nela se ela não deixasse. Mas ela me explicou que mesmo assim ele tentaria e, como já havia tido um derrame, o esforço poderia fazer com que tivesse outro. Eu meio que entendi meio que não entendi. Não queria ficar sem o vovô mas também não gostara de ver a minha mãe naquela situação. Fiquei pensando naquilo até adormecer. Quando acordei na manhã seguinte minha mãe ainda dormia, ainda de bruços e com a bunda para fora das cobertas, nua e vermelha. Imagino como deveria ter sido difícil para ela dormir aquela noite. Mesmo assim não tinha raiva do meu avô. Desci para o café da manhã e o dia correu normalmente exceto pela minha mãe que não saiu do quarto aquele dia. Quando ela melhorou fomos embora. Não havíamos mais comentado sobre o assunto mas na viagem ela me pediu para não contar nada para o meu pai. Ela sabia que ele não entenderia e não queria que ele brigasse com meu avô ou não nos deixasse mais vir na casa dele. Mesmo assim nunca mais viemos para passar as férias, era ir e voltar no mesmo dia.

Meu avô morreu uns seis meses depois e meu tio ficou cuidando da fazenda e da minha avó. Quando fiz 19 anos meus pais morreram. Fiquei em São Paulo para terminar a faculdade e praticamente nunca mais voltei lá. Não sei porque perdi o contato com eles e fiquei mais ligada a família do meu pai. Talvez porque fui a única neta criada na cidade grande e a família da minha mãe nunca entendeu o meu comportamento. Quando minha avó morreu só fui até a cidade para o enterro. Não sei porque não quis ir até a fazenda. E agora ela é minha... bom, pelo menos a casa e amanhã vou estar lá.


Continua............
Cheguei na cidade e meu tio me esperava na praça. Aquelas praças de cidade pequena, calma, bem cuidada e com um coreto bem no centro. Tudo bem cuidado. Apesar de ser perto de São Paulo aquela cidadezinha não havia crescido. Os jovens tinham que terminar os estudos em São Paulo ou em alguma outra cidade maior e acabavam não voltando. Não havia muita oferta de emprego. Era basicamente uma cidade de aposentados.

Ele me levou para almoçar na sua casa. Durante o almoço ficamos lembrando de várias coisas: das brincadeiras com os meus primos, do vovô e da vovó, dos meus pais. Ele me falou que a idéia de deixar a casa para mim havia sido da minha avó. Ela achava que assim poderia fazer eu esquecer um pouco das maluquices da cidade grande e 'tomar um pouco de juízo'. Achei graça. Não tinha intenção de mudar para cá. Apesar de gostar muito da casa, eu só queria usa-la como opção de lazer. Isso se encontrasse um jeito de manter esse luxo. Ganhava bem mas não o suficiente para manter uma casa daquele tamanho só para alguns fins de semana. Tinha me formado em administração e logo fui contratada por uma multinacional mas ainda teria muito o que trabalhar para ter uma vida confortável. Na verdade, se não fosse o apartamento e uma pequena poupança que meus pais haviam me deixado, hoje eu estaria levando uma vida bem modesta.

Terminado o almoço já pedi para o meu tio me levar na casa mas ele falou que só depois que tirasse uma soneca. Olhei-o meio de atravessado, mostrando minha impaciência, mas ele não se alterou.  Disse que era uma soneca rápida, meia hora, e que depois iríamos. Minha tia até tentou faze-lo mudar de idéia, que um dia sem dormir após o almoço não iria mata-lo mas ele não mudou de idéia.

- Aqui não é São Paulo e eu estou na minha casa, ele disse já se dirigindo para o quarto.

Fiquei muito puta mas não reclamei mais, brigar logo na chegada não estava nos meus planos e provavelmente precisaria dele para me ajudar a cuidar da casa. Sentei na sala e aguardei. Minha tia veio com alguns álbuns de fotografias e ficamos lá, ou lembrando de coisas passadas ou vendo o que aconteceu com meus primos depois que parei de visitá-los. O mais velho já estava casado e havia comprado uma fazendo no Mato Grosso e mudado para lá. Os outros estavam estudando e provavelmente não iriam seguir a mesma vida do pai e do irmão. Um fazia medicina e a caçula fazia direito.

A meia hora de soneca do meu tio acabou passando mais rápido que eu imaginava, tão boa estava a conversa com a minha tia. Antes que meu tio reclamasse que primeiro eu estava com pressa e agora estava enrolando, levantei e já fui para o carro. Ele achou melhor eu deixar o meu carro na sua casa e irmos de caminhonete, havia chovido e poderia haver alguns atoleiros no caminho. Anotei na minha cabeça: só vir para cá fora da época das chuvas. Mas a viagem foi tranqüila e mesmo que tivesse vindo com o meu carro não teria problemas.

Quando chegamos eu até me espantei. Esperava ver a uma casa velha mas o que vi foi muito diferente. Ainda era a mesma casa mas muito bem cuidada. Dava para perceber algumas reformas que não mexeram com o estilo mas a tornaram mais funcional e moderna, até uma piscina tinham feito. Mesmo com a divisão da fazenda ainda havia espaço para criar alguns animais e plantar alguma coisa. Mas foi dentro da casa que as mudanças eram mais notadas: aquecimento solar, a luz elétrica agora vinha da rede da cidade e não do motor, antena parabólica comum e de assinatura, ar condicionado nos quartos entre outras coisas. Meu tio me apresentou a Maria, a empregada da casa e João, um rapaz que cuidava dos animais e dos demais serviços mas não morava lá.

Estranhei tudo aquilo. Sabia que meu avô nunca faria aquilo e nem minha avó e meu tio, mesmo depois da sua morte. Ele me explicou que, quando estava no hospital, o meu avô autorizou (bom, meu avô nunca autorizava ninguém, ele mandava isso sim) o meu tio a reformar a casa e colocar algumas 'daquelas porcarias de cidade grande' desde que não mudasse a aparência da casa. Ele queria que minha mãe voltasse a passar as ferias  lá e achava que assim faria ela voltar. Depois da morte do vovô, meu tio conversou com a minha mãe e ela respondeu que, por ela, ele não precisava fazer era nada pois ela só voltaria lá para visitar ele e a minha avó mas não ficaria mais tanto tempo como ficava antes.

Depois da morte dos meus pais, a minha avó botou na cabeça que tinha que realizar o sonho do vovô no leito de morte e mandou meu tio começar a reformar a casa. Boa parte do que foi feito veio da cabeça dos meus primos e eles é que acabaram sendo os maiores beneficiados. Agora eu sei porque minha avó sempre insistia para que eu viesse passar as férias com ela.

Bom, depois de ver a toda a casa, andamos de volta para a caminhonete e quando eu fui entrar meu tio me impediu. Não sei como ele tirou as minhas malas do carro mas agora elas estavam lá, sendo tiradas da caminhonete e meu tio falando que eu dormiria lá aquela noite.

- A casa agora é sua portanto cuide dela, se não por gosto pelo menos em respeito aos seus avós.

E dizendo isso foi entrando na caminhonete. Avisou que Maria me ajudaria no que eu precisasse e foi embora. Vendo o meu desânimo a Maria tentou me animar contando como tudo lá era bem cuidado e funcionava bem, que eu podia estranhar no começo mas depois ia gostar. Mas nada me animaria naquela hora. Eu estava parecendo um cachorro que corre atrás dos carros e quando eles param ele não sabe o que fazer. Já não sabia se estava tão contente assim, por mais bela que fosse a casa achei que ela não era para mim. Mas tudo bem, se tenho que ficar vou ficar mas na volta passo na casa do meu tio e proponho para ele comprar a casa e pronto.

A Maria me ajudou a levar as coisas para o quarto, o mesmo quarto que sempre fiquei quando ia para lá. Ainda bem, não sei se conseguiria dormir no quarto que foi do meu avô.
<p>Dei uma volta pela casa, pelas redondezas e quando começou a escurecer voltei. A Maria já estava com a janta pronta. Não estou acostumada a jantar tão cedo mas não reclamei. Terminei e fui para o meu quarto pensando em tomar um banho, assistir televisão e dormir. Amanhã faria a proposta de venda para o meu tio e iria embora.

Chegando no quarto peguei a minha mala e a coloquei em cima de uma mesinha. Sem querer um friso da mala arranhou levemente a mesa. Juro que ouvi um barulho como alguém pigarreando. Me virei assustada mas não havia ninguém. Deixei tudo por conta da minha imaginação. Peguei o que precisava e comecei a tirar a roupa. Fui jogando toda a roupa no chão e, de repente, senti como que uma vara batendo na minha bunda, sobre as calcinhas. Agora eu assustei, pulei de lado, já me virando, mas não havia ninguém ali no quarto. Comecei a ficar com medo, coloquei um roupão e fui até a cozinha falar com a Maria. Ao chegar lá ela perguntou porque eu estava com aquela cara de assustada e eu não respondi. Não queira que ela pensasse que eu era uma garotinha da cidade assustada. Disse que me havia lembrado de uma coisa importante e que agora não tinha como ligar para São Paulo. Ela falou que podia sim, o meu tio havia instalado um celular rural na casa e eu podia usar. Sem opção, fui até o telefone e liguei para o meu próprio apartamento e depois disse que ninguém atendia e que ligaria no dia seguinte. Ela fez uma cara de quem acreditava e falou que iria se recolher. Não pude deixar de perceber um sorrisinho meio maroto dela. Ela sabia que eu estava com medo.

Voltei para o quarto, peguei minhas coisas e fui para o banheiro. No corredor eu vi a bengala do meu avô. Engraçado, podia jurar que ela não estava lá quando passei antes. Entrei no banheiro, liguei o chuveiro e esperei a água ficar na temperatura ideal. Enquanto isso fiquei me olhando no espelho, aquele narcisismo que todo mundo tem. Novamente podia jurar que ter ouvido alguém pigarreando atrás de mim. Meio assustada resolvi tomar um banho rápido e voltar para o quarto. Deixei o banheiro todo molhado, me enrolei numa toalha, voltei correndo para o quarto e tranquei a porta. Foi então que tudo começou: senti as minhas vistas embaçarem um pouco e a luz no quarto diminuiu. Quando me virei para sair de lá senti como que um braço me pegando pela cintura e me senti suspendida no ar. Eu podia jurar que alguém estava me carregando mas não via nada, só que estava indo em direção da cama. Esse 'alguém' que me carregava se sentou na cama e me deixou sobre os seus joelhos. Comecei a me debater e gritar mas não conseguia me soltar. De repente senti que a toalha estava sendo tirada de cima de mim mas só o suficiente para expor a minha bunda. Isso não podia estar acontecendo, eu ia apanhar. Mas como? Por que? As perguntas ficaram para depois, uma mão começou a subir e descer na minha bunda. O susto do começo se transformou em dor e desespero, a cada palmada parecia que brasa quente estava sendo colocada no meu traseiro. Como não conseguia me soltar acabei por ficar lá apanhando sem fazer nada, só chorando. De repente, tão rápido como começou, acabou. Eu estava deitada na cama com o traseiro ardendo que nem fogo e sem entender o que havia acontecido. Lentamente me levantei e fui me olhar no espelho do guarda roupa. Deus, a minha bunda estava tão vermelha quanto a da minha mãe quando ela apanhou do meu avô. Dormir aquela noite foi uma tortura, toda vez que eu pegava no sono e virava com a bunda para baixo doía e eu acordava. Foi assim a noite toda.

Pela manhã a minha bunda já não estava tão vermelha quanto a noite mas ainda dava para ver o estrago que foi feito. Desci para tomar o café da manhã e não pude evitar um gemido quando sentei a mesa. A Maria perguntou se estava tudo bem e eu respondi que não tinha me acertado com o colchão o que tinha deixado o meu corpo um pouco dolorido. Novamente notei um sorriso malicioso nos seus lábios. Levantei anunciando que iria embora logo depois de arrumar as coisas mas a Maria não deixou. Disse que o marido havia matado um leitão para o almoço entre outras coisas que ela havia preparado para mim.

Resolvi ficar, afinal estava sem o meu carro e ficar sentada tanto tempo seguido ainda não estava nos meus planos. Ficamos conversando sobre várias coisas até que eu perguntei a quanto tempo ela estava trabalhando lá na casa. Ela falou que fora logo depois que o meu tio terminara a reforma da casa e que no começo tinha sido muito difícil. Falou isso passando a mão na bunda mas tirou rapidamente. Aquilo me intrigou e resolvi continuar com a conversa.

No começo ela não falava coisa com coisa, rodeava mas ao mesmo tempo parecia querer falar alguma coisa.
Ela continuava enrolando a conversa até que, sem pedir licença, sentou-se na mesa junto de mim e falou:

- Essa casa é mal assombrada.

Arregalei os dois olhos, apesar de não acreditar (mas temer), os acontecimentos da noite anterior não me deixavam em condições de retrucar.

Então ela começou a me contar uns casos que haviam acontecido por lá. Logo depois que ela havia mudado para lá, a minha prima apareceu a noite, com o carro do meu tio, dizendo que iria mostrar a casa para duas amigas. Todas estavam muito excitadas como se estivessem fazendo algo que nunca fizeram. As três entraram na casa e ela começou a ouvir risadas muito altas. Sem que ninguém visse, ela foi de mansinho até a sala e viu as meninas fumando um cigarro. Mas não era cigarro de fábrica, elas mesmo enrolaram e todas fumavam do mesmo, fazendo cara de bobas.

Maconha, a minha prima veio aqui escondida para fumar maconha. Se meu avô soubesse........

As meninas estavam lá, meio largadonas, quando a luz deu umas piscadas e elas começaram a ficar assustadas. Elas se mexiam como se tivesse alguém cutucando elas. Eu sai correndo e fui lá para o meu quarto. Eu fiquei ali sozinha, o mais quieta possível. O barulho foi aumentando e eu fiquei com mais medo e achei melhor voltar lá para saber o que estava acontecendo e, se tivesse jeito, eu ia tentar ligar para o seu tio. Quando eu cheguei lá não dava para acreditar no que via. A sua prima estava parada no ar, em cima de uma cadeira, com a bunda de fora. Parecia que estava levando uma surra mas não tinha ninguém ali batendo nela. Dava para ver quando acertava o traseiro dela porque ele afundava todo. Ela chorava e gritava. As outras duas estavam lá paradas, choravam também mas não saiam do lugar. Depois de apanhar bastante ela se levantou e sentou no sofá. Deve ter doido porque ela fez uma cara.......bom, daí uma das meninas que estavam lá sentadas se levantou ou foi erguida e ficou na mesma posição que a sua prima. Deitada de bruços no ar, com a saia levantada e as calcinhas arriadas. Apanhou bastante também. Depois foi a terceira. As três apanharam que nem criança. Quando tudo acabou as três levantaram rápido como quem que estivesse preso e conseguiu se soltar. As três choravam enquanto olhavam uma para a bunda da outra. Se arrumaram rapidinho e foram embora. Elas não devem ter contado isso para ninguém porque nunca ouvi alguém comentar alguma coisa.

Aquilo me aterrorizou, só podia ser o fantasma do vovô. Ela disse que as meninas se mexiam como se alguém as cutucasse. Só podia ser a bengala do vovô avisando para parar se não vinha surra, que nem aconteceu comigo. Meu Deus, o que é que eu faço. Ficar aqui desse jeito não vai dar. Depois do almoço eu ligo para o meu tio vir me buscar e nunca mais volto.

Subi para o quarto, arrumei as malas e já fiquei pronta para ir embora. Desci de volta para a cozinha e fiquei lá com a Maria. Sozinha é que eu não ia ficar. Conversamos um monte de coisa sobre a casa, os meus tios e o que dava para fazer por lá. Ela me disse que ainda havia sobrado um bom pedaço de terra para criar alguns bois, tinha um terra boa para plantar milho e criar porcos e galinha. Isso não me interessava muito, enquanto isso pensava no que tinha acontecido comigo e com a minha prima. De repente me deu um estalo.

- Maria, depois de tudo isso que aconteceu, por que você continua aqui?

Ela começou a me contar que era sozinha, não tinha para onde ir e que havia se acostumado, que aquilo não a assustava mais. A casa era boa, o emprego tranqüilo e o salário não era de se jogar fora. No começo até que pensou em ir mas tudo isso a fez mudar de idéia.

Interessante, a Maria não era bonita mas também não era de se jogar fora. Tinha um corpo bonito mas o rosto não ajudava muito. Era o que os homens chamavam de Raimunda. Eu sei que a vida anda difícil mas mesmo assim, conviver com um fantasma?

- Maria, você está me escondendo alguma coisa. Vamos lá, fala porque você ainda continua aqui.

Ela enrolou um pouco e eu continuei pressionando. Por fim, depois de eu prometer não contar nada para ninguém ela começou a falar. Aquela cena com a minha prima e suas amigas a deixou assustada no começo mas depois ela tinha ficado um pouco excitada. Depois que elas foram embora ela correu de volta para o quarto e ficou lá quietinha, arrependida de não ter ido embora junto com a s meninas. Mas ficava lembrando da cena e sentia uma excitação crescendo. Começou a se masturbar cada vez mais forte. Começou a se imaginar levando aquela surra. Lentamente foi se virando na cama, ficando de bruços. Estava quase gozando quando sentiu uma mão a segurar pelo braço. Da mesma forma que a minha prima ( e eu ) ela se sentiu jogada sobre os joelhos de alguém, ter a saia levantada e a calcinha arriada. No começo sentiu medo, depois dor. Sem se tocar acabou gozando. Quando acabou ela ficou quieta no quarto, acordada até amanhecer.

Aquilo me chocou, como alguém poderia ter prazer sendo surrada na bunda. Uns tapinhas de brincadeira na cama tudo bem mas surra de verdade. Queria saber mais, se ela continuava apanhando, se sempre tinha prazer, se não sentia a necessidade de um parceiro ( lembrei do João, o outro empregado, que apesar de meio abrutalhado não era de se jogar fora), quantas vezes já tinha acontecido e coisa e tal.

Ela disse que no começo não aconteceu mais nada. Ela fazia seu serviço diário e a noite ficava lá esperando acontecer alguma coisa e nada. Se não tivesse ficado tanto tempo com a bunda doendo teria achado que tudo não passara de um sonho.

Mas um dia ela quebrou um copo na hora de lavar a louça e sentiu alguma coisa no ar. De propósito quebrou outro e sentiu algo bater na sua bunda. Quebrou mais um e lá, na cozinha, estava ela deitada nos joelhos do meu avô, apanhando na bunda. Ela percebeu que sempre que fazia alguma coisa de errado o meu avô 'aparecia', dava dois avisos e depois partia para a surra. E assim ela foi fazendo, toda vez que dava vontade de apanhar ela fazia alguma coisa de errado que ele logo 'aparecia'.

Até que um dia ela não conseguia dormir e resolver assistir televisão na sala. Nos canais comuns não achou nada interessante e resolver assistir os canais de assinatura. Foi trocando de canal em canal até que chegou em um que aparecia um casal fazendo amor. Ela foi assistindo o filme até que não resistiu e começou a se masturbar. De repente ouviu um barulho atrás como o de alguém limpando a garganta. Primeiro sinal. Continuou. Depois sentiu que alguma coisa bateu na sua bunda. Segundo sinal. Por fim aconteceu. Novamente ela se sentiu erguida e posta nos joelhos de alguém, a bunda posta a vista e as palmadas começaram a descer. Passado o susto, a excitação começou a crescer e ela levou a mão até a vagina. Nessa hora tudo parou. Caída no chão ela ficou lá sem entender nada. E depois desse dia nunca mais aconteceu nada. Ela tentou várias vezes fazer a mesma coisa mas nada. Sumiu.

Eu até imagino o que pode ter acontecido, o meu avô não deve ter entendido esse gosto dela pela dor, essa excitação pela surra e a masturbação dela em seu colo e deve ter, pudicamente, se retraído.

Mas não acabou ainda, ela continuou me contando como começou a sentir falta daquilo até que um dia, não agüentando mais resolveu partir para cima do João. Como não dava para simplesmente chegar e pedir para ele dar uma surra nela e bolou um plano até que muito inteligente. Na hora do almoço ela começou a contar histórias de como o velho era rígido, como ele não deixava uma malcriação passar sem uma boa surra. E sempre de bunda de fora. Mas tudo muito discretamente. Depois de algum tempo ela começou a fazer coisas que sabia que irritavam o João. Rapagão de vinte e poucos anos, João havia se deixado levar pelas estórias da Maria e já pensava em dar umas palmadas nela. Quando ela começou a provoca-lo a primeira coisa que lhe veio a cabeça foi de dar-lhe uma surra, mas se controlou. E ela continuando a provoca-lo. E ele se segurando. Até que um dia ele se enfezou e disse que se ela não parasse ele lhe daria uma surra como o velho costumava dar. Chegara a hora, se controlando para não por tudo a perder ela continuou provocando até que falou que, para lhe dar uma surra primeiro ele tinha que virar homem. Bastou. Num instante ela estava no colo dele, de bunda de fora, apanhando que nem criança. E apanhou bem doido. Diferente do vovô, João batia ora no lado direito da bunda, ora no esquerdo. Alguns tapas ainda lhe acertava o alto das pernas. O resultado foi muito mais dolorido que as surras do vovô. Depois de algum tempo já eram amantes e as surras passaram a fazer parte da sua vida sexual.

Mas continuou contando que o meu avô nunca mais lhe dera uma surra. Ela até se espantou quando ele me bateu ontem a noite.

- Você sabe?

Claro que ela sabia, sabia e até deveria estar esperando que acontecesse. A casa era enorme e meus gritos e o barulho das palmadas devem ter ecoado pela casa inteira. Mas falou que não contaria para ninguém porque, afinal, o interesse que tudo continuasse em segredo era mais dela do que de qualquer outra pessoa.

Quando meu tio veio me buscar não falei nada sobre vender a casa. Resolvi pensar um pouco mais. Segunda-feira estava no meu serviço contando para todo mundo como era a casa que tinha herdado. De repente virei centro das atenções. O pessoal já estava quase me intimando para leva-los lá para um fim de semana. Mas como? Chego para eles e falo: ' Tudo bem, só que se alguém levar uma surra na bunda não reclame depois'? Mas continuei lá curtindo a minha fama repentina até que chegou a minha chefe. Ela consegue ser a pessoa mais irritante que já conheci. Ninguém gosta dela no escritório. Depois que se separou então ficou pior ainda. Acho que vou convida-la para um fim de semana lá na casa do vovô, o que vocês acham?
Já fazem uns seis meses que tomei posse oficialmente da casa do vovô e ainda não levei ninguém lá. E como poderia? Já imaginaram o convite: "- Vamos lá conhecer a minha casa de campo mas se levar uma surra não liga não, faz parte do pacote. Fornecemos travesseiros para a viagem de volta." Não ia dar certo.

Os colegas do escritório insistiram em conhecer a casa no começo mas depois de várias desculpas minhas pararam. Eu dizia que a casa estava em mal estado, que não tinha conforto, que era muito velha.

Como o meu salário não era suficiente para manter a casa e os empregados acabei por fazer um acordo com o João e a Maria. Eles plantariam milho e feijão na propriedade e criariam alguns animais e o dinheiro arrecadado seria dividido. Caso a parte deles não fosse suficiente eu cobriria a diferença. Foi bom para todos. O João era muito trabalhador e honesto, assim como a Maria, e com o tempo o dinheiro acabou sendo mais que suficiente para pagar os meus gastos com a casa e para eles era mais do que ganhariam se só trabalhassem pelo salário.

Mas surgiu um problema, de que adiantava aquela casa toda, a propriedade se eu só podia ir lá sozinha? Sempre me dava vontade de chamar um pessoal para passar um fim de semana prolongado ou parte das férias. Resolvi então tomar uma providencia no mínimo inusitada: fui procurar uma senhora que dizia ser médium.

Ela morava não muito longe da casa do meu tio e até era bem respeitada naquela cidadezinha. Cheguei lá e contei o que estava acontecendo (claro que não com muitos detalhes, só disse que o vovô 'incomodava' um pouco) e perguntei o que ela poderia fazer. Ela ficou uns minutos quieta, andou pela casa e por fim falou que iria comigo até a casa e tentaria entrar em contato com ele.

Enquanto estávamos indo para a casa do vovô cheguei a me arrepender e achar que estava fazendo papel de palhaça mas também o máximo que poderia acontecer era continuar tudo do jeito que estava. Afinal, quem diria que eu acreditaria em fantasmas até pouco tempo atrás.

Chegando lá ela pediu para que eu, a Maria e o João esperássemos fora enquanto ela 'investigava' a casa. Saiu nem dez minutos depois que entrou e certa que realmente o meu avô estava lá e perguntou se eu queria 'limpar' a casa. Fiquei em dúvida, sei lá, fazer com que ele saísse de lá seria como expulsa-lo da própria casa. Perguntei se tinha como fazer ele apenas se controlar. Ela falou que era possível mas não garantia, dependeria da 'vontade' do meu avô. Resolvi tentar. Entramos eu e a médium, sentamos frente a frente e ela começou a se concentrar. Ficamos lá uma meia hora, ela parada com o olhar fixo no infinito e eu sem coragem de me mexer. De repente ela virou para mim e disse que havia 'conversado' com meu avô e que ele queria muito que eu voltasse a freqüentar aquela casa. Ele faria o seguinte trato: fecharia os olhos para as travessuras menores (adoro as palavras que o vovô usava) mas que, se alguém fosse muito mal-educado ou maldoso ele não perdoaria e lhe daria as palmadas merecidas. Corei na hora mas tive certeza que eram palavras do meu avô. Desconversei, agradeci e paguei a mulher e a levei de volta para a cidade já fazendo planos para o próximo fim de semana.

Fomos em seis pessoas, três casais, para o que seria o primeiro fim de semana na minha casa de campo. O Roberto foi comigo e os outros dois casais eram a Fernanda e o Sergio, um casal vizinho meu e a Lourdes e o Antonio, dois colegas de escritório que pareciam estar numas de amizade colorida. O Roberto não era bem um namorado, nos conhecíamos a algum tempo e só ficamos um pouco mais íntimos depois que ele acabou um namoro de dois anos. Achei que aquela viagem poderia fazer algo acontecer entre nós dois.

Chegamos na sexta-feira já meio tarde da noite mas a Maria nos esperava com um bom jantar e com os quartos arrumados. Tomamos mais um pouco de vinho após o jantar e fomos para os nossos quartos. Coloquei o Roberto no quarto que era meu, os dois casais um em cada quarto que eram das minhas tias e eu fui dormir no quarto que era do meu avô. Confesso que foi meio esquisito dormir no quarto que foi dos meus avós mas, mas o cansaço e o vinho me fizeram dormir rapidamente.

O dia seguinte amanheceu com o sol mais lindo do mundo, tomamos o café da manhã e fomos andar a cavalo pela propriedade. Deu para ver que o João cuidava de tudo direitinho, não havia praticamente nada mal cuidado ou estragado. Voltamos e fomos direto para a piscina. A Lourdes e o Antonio queriam nadar pelados mas pedi que não, que meu avô não aceitava esse tipo de coisa e eu não queria desrespeitar a sua memória. Graças a Deus eles concordaram sem reclamar, não sabia se algo que acontecesse fora da casa resultaria em uma surra dentro.

Fiquei junto do Roberto, ora na piscina ora cuidando do churrasco que estávamos fazendo. Conversamos sobre várias coisas até chegarmos no assunto sobre a sua ex. Ele contou que gostava muito dela mas o relacionamento ficou insuportável devido ao extremo ciúmes dela. Fazia escândalo em qualquer lugar ou situação e quando ele acabou o relacionamento foi pior. Primeiro ela fez que não acreditava, depois passou a agredi-lo e, finalmente, falou que se mataria se ele a deixasse. Fiz uma cara de espanto quando ele disse isso mas, como tudo ocorreu a uns seis meses atrás, se fosse para ter se matado ela já o teria feito.

Conversamos mais sobre ele, sobre mim e foi pintando um clima e logo estávamos se beijando. E os beijos foram se tornando carícias e as carícias foram esquentando até que ele me falou se poderíamos ir até o meu quarto.

IIHHHH! E agora? Transar com o namorado seria uma travessura menor ou maior? No quarto que era do meu avô nem pensar mas.... e agora, o que fazer....como explicar que não poderíamos ir para dentro...

IDÉIA! Disse-lhe que também queria ficar com ele mas tinha uma fantasia: queria fazer amor ao ar livre. Graças a Deus ele topou e eu acabei me safando dessa. Até que foi muito bom, tirando um inseto ou outro. Ele foi muito carinhoso mas percebi que se detinha mais na minha bundinha mas acabamos ficando só no trivial.

Quando voltamos encontramos o Sérgio sozinho fora de casa e parecia muito nervoso. Quando nos viu apressou-se em dizer que a Lúcia, ex do Roberto, estava lá aprontando o maior escândalo. Ele e o Antonio preferiram ficar de fora enquanto as meninas tentavam acalma-la, sem muito sucesso. Foi quando ele resolveu nos procurar para avisar o que estava acontecendo.

Entramos e demos de cara com o circo armado. A Lúcia, apesar de ser bonita e ter aquele ar de austeridade, estava muito agitada e,quando viu o Roberto chegando comigo, rodou a baiana de vez.

Não vou contar os detalhes da discussão mas, num certo momento ela foi querer avançar no Roberto e acabou quebrando um vaso. Não era muito antigo nem valioso mas era o preferido da minha avó. Juro que nesse momento senti a presença do meu avô. Gelei. A Lúcia havia acalmado um pouco mas logo começou tudo outra vez. Xingava o Roberto de tudo quanto era nome e depois começou a me xingar também. Uma caipira que tinha uma m...... de casa e achava que com isso iria tirar o Roberto dela. Enquanto falava, pegou um copo de vinho e começou a derramar um pouco em cada sofá ou poltrona da sala. Eu estava tão brava com ela que já estava querendo que meu avô tomasse uma providência. E ela veio na forma da tradicional cutucada no traseiro com a bengala. Com o susto ela acabou derramando vinho na roupa e se espantou quando se virou e não viu ninguém.

Percebi que ou eu fazia algo ou o show iria começar. Aproveitando que ela havia ficado meio confusa pedi para a Maria leva-la ao meu quarto para que ela pudesse limpar o vinho que havia caído na sua roupa. Graças a Deus ela concordou e foi junto com a Maria mas na escada já voltou a xingar a todos. A Maria, que sabia o que estava por vir, se esforçava para levar a Lúcia para o quarto o mais rápido possível. Logo voltou trazendo a blusa e saia da Lúcia nas mãos dizendo que as iria lavar.

Começamos a conversar sobre o que faríamos para resolver aquela situação quando ouvimos um barulho de algo quebrando lá em cima. Em silêncio começamos a ouvir os gritos. Quase não consegui segurar uma risada. O Roberto tentou subir mas eu pedi que não. Mesmo assim ele foi lá. O barulho continuava dando a clara impressão que ela estava apanhando. Foram quase quinze minutos e nada dela parar. E nada do Roberto. Quando os gritos pararam o Roberto desceu e falou que era para uma de nós emprestar uma roupa para a Lúcia que ela já iria embora. Ele estava branco como quem tinha visto um fantasma ( e viu !!!), pegou a roupa que a Fernanda havia pego e subiu. Desceu logo depois pedindo se a Fernanda poderia emprestar uma saia em vez de uma calça pois esta havia ficado um pouco apertada. Os dois desceram, a Lúcia com uma cara de choro horrível. Pegou suas coisas, a sua roupa ainda molhada e foi embora sem dizer uma palavra. E sem dizer uma palavra também ficamos nós. As meninas não entenderam nada e os homens ficaram com uma cara assim, como vou dizer, meio de safados.

Sem falar mais nada dobre o assunto arrumamos a bagunça que ela havia feito na sala e fomos jantar. Ainda ouvimos um pouco de música antes de irmos dormir. Quando estávamos subindo para os quartos o Roberto me puxou pelo braço e me levou de volta para a sala. Queria saber o que era tudo aquilo que tinha visto. Perguntei o que era que ele havia visto ( como se não soubesse). Meio sem graça ele começou a contar.

Quando ele chegou na porta do meu quarto viu a Lúcia deitada de bruços na beirada da cama mas não bem na beirada, meio para fora da cama e tinha a bunda mais alta como se tivesse algo embaixo, as não havia nada em baixo. Achei muito engraçado ele tentar explicar aquela situação que eu já conhecia mas procurei não demonstrar . Depois ele contou que percebeu que a bunda dela se 'achatava' como se alguém estivesse batendo nela mas ele não conseguia entrar no quarto, ficava lá na porta como que paralisado vendo a bunda da Lúcia ficar cada vez mais vermelha. Ela gritava e esperneava mas não saia do lugar. Toda vez que tentava proteger o traseiro com uma das mãos era como se algo as segurassem.. Quando terminou ela caiu no chão justamente sobre o traseiro o que lhe arrancou mais um grito de dor. Foi aí que conseguiu entrar no quarto e ajuda-la. Ela não quis conversa e só pediu uma roupa para ir embora. O resto a gente já sabe.

Pedi para ele não se assustar que no conto seguinte, opa .... , no dia seguinte lhe explicaria tudo.
Escrito por: Krenee (krenee31@yahoo.es)
 
 
 

Cuando tenía 18 años, visité por primera vez Granada. Me sobrecogió, francamente. Sobre todo la Alhamabra.

Recuerdo que mientras la recorría lentamente (mandé a mi familia a comer por ahí cerca mientras yo me quedaba embelesada mirando cada rincón), me vinieron a la mente locas fantasías románticas de spankee adolescente.

Una de ellas, con la que soñé durante mucho tiempo transcurría en la Sala de los Abencerrajes, y en el mirador de Daraxa que da al jardín del patio de los leones.

Tengo una foto en el mirador de Daraxa. Es una foto al contraluz del atardecer. Estoy en el mirador de Daraxa y se ve el hermosísimo jardín del Patio de los Leones.

Es una foto de cuando tenía 18 años, y pertenece al patrimonio familiar. Si consigo sustraerla sin que nadie se de cuenta y hacerme con ella, os la escanearé para que os hagáis una idea (los que no conocéis la Alhamabra) y os situéis en esta fantasía que voy a relatar, y que hoy, a raíz de una propuesta (indecente) que me han hecho de pasar este fin de semana en Granada, ha vuelto a resucitar en mi mente.

La fantasía es ñoña y excesivamente romántica como corresponde a una niña de 18 años, pero os la voy a transcribir tal cual la soñé. Los datos históricos andan un poco mezclados, y no se corresponden con los reales. En esta fantasía mía se entremezclan ingredientes diversos junto con la historia real, tal vez de algún libro que leí, alguna película que vi..., y por encima de todo, el sobrecogedor ambiente que se respira en la Alhambra y que te transporta en el túnel del tiempo, a ritmo de darbukas a las mil y una noches.
 
 
 
Había jurado que no se doblegaría. Le daba igual todo lo que le pudieran hacer. Si tenía que morir, que fuese con honor. No se doblegaría ante el infiel.

No se sometió cuando la capturaron en aquella emboscada.

Hija de nobles, se había educado en la rectísima norma de que el honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios. El HONOR, la HONRA, y el odio hacia el infiel.

Las relaciones de convivencia no eran fáciles en aquella Granada de fines de la Edad Media, en donde judíos, árabes y cristianos se disputaban la supremacía del territorio.

Ella había crecido en el castillo, junto a sus padres, junto al Rey. En el odio a los árabes, en el odio a los judíos. En el odio, en definitiva, a todo lo que no fuera cristiano o se apartara de esa norma.

Y ahora se encontraba allí, secuestrada por el enemigo infiel, cautiva, esclava.

Mientras la llevaban encadenada a la Alhambra, juró que no se rendiría, que no se doblegaría.

Fue desafiante durante el trayecto. Sabía que lo pagaría caro, pero ya le daba igual. Estaba preparada para morir como una mártir. Lo había aceptado, lo había asumido. Tenía miedo, claro que sí, pero no se echaría atrás.

Durante el trayecto no la tocaron. Le decían cosas que ella no entendía pero que por el tono sabía que eran amenazas.

Llegaron a la Alhambra.

Encadenada la condujeron, a través de un hermosísimo jardín que parecía casi un paraíso a una sala grande, espaciosa, con una fuente en el centro. Repleta de mocárabes y azulejos policromados, una inmensa bóveda artesonada cubría aquella sala rodeada de columnas.

Temblaba de miedo. No sabía qué le deparaba el destino, pero sabía que nada bueno.

La ataron a una columna. Ataron sus manos juntas y las subieron por encima de su cabeza. Le quitaron las cadenas de los pies y se los ataron separados a ambos lados de una barra de hierro.

Ella quedaba frente a la columna y de espaldas a la sala.

Sintió cómo le arrancaban la ropa de un tirón, dejando su espalda desnuda, mientras oía en español a un infiel decirle:

"Veremos si ahora eres tan valiente"

Sabía lo que le iba a pasar

Temblaba de miedo...Se encomendó a Dios.

Alguien entró en la sala. No podía verle, pero podía sentir lo que pasaba.

Ella seguía atada. Esperando y deseando que todo acabase cuanto antes, pero no pasaba nada.

Ella no lo sabía pero en la sala había entrado el Príncipe.

Conocedor de la noticia de la captura de la hija de Don Julián, el Príncipe se había apresurado a ver a la cristiana, que sería la mejor moneda de cambio para presionar a los cristianos en su ¿rendición?.

El príncipe la miró despacio e hizo una seña al verdugo que, látigo en mano, iba a empezar el castigo, de que la soltara. Ordenó que la llevaran a sus aposentos y se retiró.

Mientras la conducían al harén para ser lavada y perfumada, lloraba su desgracia pensando que ahora sería peor.

El Príncipe se había encaprichado de ella, y ella no se iba a doblegar.

Hubiera preferido que la azotaran hasta matarla y así no tener que pasar por una segura violación.

Lloraba amargamente su suerte, sabía que la violarían y que luego la azotarían hasta matarla..

El príncipe podría tener su cuerpo arrancando por la fuerza su honra y su virtud, pero jamás, jamás, jamás, tendría su alma ni su sumisión.

La lavaron en una bañera de agua caliente y la perfumaron con esencia de pétalos de rosas.

La vistieron como una de ellas, con los sarawales transparentes de voluptuoso tul bordado de perlas y brillantes.

El vientre al aire y la parte de arriba cubierta con velos blancos que tapaban sus pechos apenas.

No le taparon la cara y dejaron su rubia melena suelta sobre su cintura.

La condujeron a los aposentos del Príncipe.

El la esperaba.

El Príncipe hizo una seña a los guardias para que se marcharan y los dejaran solos.

Ella temblaba.

El príncipe se acercó despacio.

Lejos de acobardarse, ella sacó toda la fuerza de la rabia que da la insensatez de los 18 años, y mirando desafiante a los ojos del Príncipe, casi le gritó:

-"Podrás tener mi cuerpo por la fuerza. Podrás violarme, podrás matarme, pero nunca tendrás mi alma. Nunca tendrás ni mi respeto ni mi sumisión"

El Príncipe la miró larga y profundamente, con sus penetrantes ojos negros.

Ella se turbó con esa mirada...Algo en esa mirada la inquietaba, la sobrecogía, le turbaba...

Tras un largo silencio, con la calma y la tranquilidad que da la sabiduría de los más de 40 años de él, le dijo con tono severo pero tranquilo, calmado...

"¿Y a ti quién te ha dicho que te quiero poseer? Tengo todas las mujeres que quiero ¿Por qué crees que me importas tú? Debo cuidarte, eres la hija de Don Julián, y el Rey estará dispuesto a ceder en unos cuantos puntos a cambio de ti. Y si te devuelvo sana y salva, aún podré obtener más. Eres mi moneda de cambio. Ese es el único interés que tengo por ti"

Se quedó paralizada. Sus blancas mejillas se sonrojaron visiblemente y sin poder evitar que él viera su turbación. !Qué vergüenza Dios mío! Aquello había sido un duro golpe a su orgullo. Aquellas palabras le hicieron más daño que todos los latigazos que el verdugo hubiera podido darle horas antes, cuando estaba encadenada.

Bajó la cabeza. No se atrevía a mirar al Príncipe a los ojos.

Se sentía turbada, estúpida, dolida en su orgullo más íntimo, derrotada....

"Mientras negocio con tu tío el Rey y con tu padre tu rescate, vivirás en el harén, con las concubinas. Serás tratada con respeto y gozarás de cierta libertad y de los privilegios de lo que eres: una gran dama. Pero todas las noches, al oscurecer, cruzarás el Patio de los Leones para venir hasta aquí. Lo harás tú sola, sin que nadie te acompañe. Daré las órdenes oportunas para que te dejen pasar. Quiero verte todos los días y saber que estás bien, y en buena salud. Eres demasiado valiosa como para arriesgarme a que enfermes o te pase algo. ¿Lo entendiste bien?"

Ella bajó los ojos. No se atrevía a mirarle. Se sentía cada vez más turbada, más avergonzada.

El Príncipe llamó a un guardia y le dio las órdenes oportunas.

"Ahora vete. Hasta mañana"

Ella no se atrevió ni a contestar.

La vida del harén era pacífica. Ella gozaba de muchos privilegios y las concubinas la trataban bien. Jamás pudo entender eso... Ella no podría aceptar nunca que su marido tuviera otras mujeres y no podía además entender que esas mujeres entre ellas se llevasen bien.

Eran amables con ella. Le contaban cosas increíbles, le enseñaron a tocar la darbuka, le enseñaron a bailar con el vientre.

Poco a poco fue descubriendo una cultura rica y diferente que jamás habría imaginado.

Se empezó a encariñar con todas ellas y se sentía bien.

Su odio al infiel se fue trucando en respeto hacia personas que no eran ni mejores ni peores, simplemente diferentes.

Cada noche iba a ver al Príncipe.

El la recibía muy fríamente. La hacía tomar asiento frente a él, hacía que les sirviesen té con hierbabuena que olía de maravilla y que los sirvientes escanciaban desde una altura impresionante al vaso sin derramar una gota.

El Príncipe le hacía algunas preguntas, casi sin mirarla, y tras asegurarse que estaba bien, le decía que se marchase.

Los primeros días, aún avergonzada por el suceso del primer encuentro, ella no se atrevía casi a hablar, pero luego, poco a poco empezó a tener un poco más de confianza en sí misma y hablaba. Le contaba sus progresos, lo que había aprendido. En poco tiempo había aprendido lo básico del idioma, había aprendido cosas acerca de su religión, de Alá, del Corán, había aprendido a hacer té y pastas con moras. Ella se lo relataba orgullosa para que él hiciese algún gesto de aprobación.

Pero el Príncipe seguía impasible, sin mirarla apenas. Sin interesarse por nada que no fuera su salud física. No veía en ella más que una valiosa moneda de cambio y lo demás le daba igual.

Ella se esforzaba cada día por aprender, por integrarse, en definitiva, por llamar su atención.

Cada tarde, cuando abandonaba la estancia del Príncipe y atravesaba el maravilloso jardín del Patio de Los Leones, lloraba... Lloraba ante su fracaso de conseguir que él se fijase en ella, no tenía muy claro si él la había escuchado cuando le decía y le demostraba todo lo que había aprendido ese día... Ella se afanaba más y más en llamar su atención y a él ni le importaba lo más mínimo nada que no fuera su salud.

Enamorada, sintiéndose rechazada, herida en lo más profundo de su orgullo de mujer, juró vengarse de tanta indiferencia.. ¿Su salud era lo que importaba? ¿Ella era un codiciado tesoro para chantajear a tu padre y a su tío el Rey?

Cuando la apresaron había asumido que sería una mártir, y lo sería.

Gozaba de mucha libertad de movimiento.

Cuando atravesaba el jardín del patio de los leones aquella noche, con los ojos repletos de lágrimas como todas las noches por su indiferencia, en lugar de dirigirse directamente al harén fue a la cocina. Allí, hablando con los cocineros tomó sin que la viesen una afilada daga y se rajó la muñeca izquierda cortándose las venas.
 
No sabía donde estaba cuando despertó.

Oyó al Príncipe preocupado dando órdenes al médico de la Corte.

Recordó...

Estaba en los aposentos del Príncipe, en su lecho..

Él estaba preocupado.. Muy preocupado.

Sonrió triunfal... Al menos había conseguido llamar su atención.

El Príncipe se dio cuenta de que ella abría los ojos.

Se acercó a ella y con la mirada severa, pero con ese no se qué que tanto la turbaba, le dijo muy serio:

"Si sales de esta, cuando estés fuerte y en condiciones, lo pagarás"

Se volvió a desmayar.

Los cuidados del médico de la corte, de las concubinas, de los sirvientes y los del propio príncipe, hicieron que saliese de esa con vida.

Seguía "hospitalizada" en los aposentos reales. El príncipe no se separaba de ella. Atendía los asuntos de estado allí, comía allí. No se movía de su lado.

Su recuperación iba mejor cada día.

Cuando ya estuvo curada del todo y bien fuerte, el Príncipe la volvió a mandar al harén.

Ella, por orden del Príncipe, ya no iba cada atardecer a los aposentos reales. Ahora no podía salir del harén sin vigilancia.

Un día el Príncipe la mandó llamar.

Esta vez recorrió el jardín del Patio de los Leones acompañada y vigilada por dos guardias que la acompañaron desde el harén hasta los aposentos reales.

Cuando entró, vio que el Príncipe no estaba solo. Una de las concubinas estaba con él.

Ella llevaba en la mano una fusta. Mango de madera y tira de cuero de unos 3 cms de ancho, de color claro con pespuntes en cuero rojo.

La fusta, de unos 10 cm de largo, era rectangular y su terminación en forma de triángulo.

Sabía lo que le esperaba.

Sin mediar palabra, la concubina la tomó de los brazos y la ató al doncel de la cama. En la misma postura que, hacía muchas lunas ya, estuviera ella el día que le conoció.

La concubina desnudó su espalda, pero el Príncipe le hizo un gesto para que se detuviese..

"No.. Solo las nalgas"

Se quedó de piedra.. Un sudor frío recorrió todo su cuerpo..Quiso gritar, pero sabía que era inútil

Se sentía avergonzada. Tendría que mostrarle las nalgas desnudas a él, precisamente a él, en aquella postura tan humillante. Se mordió los labios y lloró de rabia.

La concubina bajó los lindos pantalones de seda rosa con que iba vestida hasta los tobillos, descubriendo unas nalgas blanquísimas, y una piel suave y fina..

El Príncipe le dijo a la concubina

"Maneja bien la fusta, no le dejes marcas"

La concubina se alejó como unos 7 pasos y tomando impulso impactó con fuerza la fusta en ambas nalgas. Una marca roja quedó señalada cruzando ambas nalgas. Luego vino otro golpe, y otro, en el centro de las nalgas, en la parte superior de los muslos, en la parte inferior de la espalda, en la zona de unión entre muslos y nalgas.

Dolía, escocía. Había jurado que no gritaría y no gritó.

No sabía si sentía más herida en las nalgas que en el corazón, que en el orgullo.

Las lágrimas empezaban a resbalar por sus mejillas. Tenía sangre en los labios de mordérselos para no gritar. Ardía. Quería gritar BASTA!, pero no lo haría. Aguantaría hasta el final. No le mostraría debilidad!!

El silencio del atardecer sólo se veía interrumpido por el sonido del impacto del cuero en la fina piel.

La luna llena entraba por la ventana iluminando con su plateada luz toda la escena.

El Príncipe, detrás de ella, miraba.. Miraba cómo impactaban los golpes en aquellas hermosas nalgas, miraba cómo iban cambiando de color, del blanquísimo marfil inicial al rojo púrpura, pasando por todos los tonos de rosas y rojos posibles. Miraba cómo se estremecía, miraba su cuerpo contornearse a cada nuevo golpe.

Si ella hubiese podido mirar su cara, sus ojos, su expresión, habría comprendido...Seguro que habría entendido..

Pero estaba de espaldas. Ella le imaginaba mirándola impasible, con su típica frialdad que no dejaba traslucir ni el más mínimo sentimiento.

Cuando el Príncipe calculó que ella ya no aguantaría más y podría perder el conocimiento, ordenó parar a la concubina. Se acercó a ella por detrás.

Tocó sus nalgas. Se las acarició, pasó sus dedos por las marcas. Ella se estremecía. Toda su piel se erizaba.Él le apretó las nalgas.. Ella entonces gritó.

¿Has aprendido la lección? Te quiero SANA..¿Lo has entendido? Un gesto muy lindo el de dar tu vida por tu Rey y tu pueblo. Los Cristianos sois especialistas en esas tonterías. ¿Mártires los llamáis? ¿Es eso lo que quieres ser?...

Ella, ya en el límite de sus fuerzas, con los ojos llenos de lágrimas, por primera vez desde aquél su primer encuentro, se atrevió a mirarle de nuevo desafiante a los ojos y le dijo..

"Al menos he conseguido llamar tu atención"

La severidad de la mirada de el Príncipe se trucó en inmensa ternura. Una sonrisa suave se dibujó en sus labios. Ordenó a la concubina que se retirase y los dejase solos..

Mientras la desataba le dijo

"Así que era eso?? Estabas furiosa porque no me fijaba en ti"

Ella bajó la mirada.

El le levantó la barbilla con los dedos y la obligó a mirarle.

"Eso también lo vamos a arreglar ahora mocosa. Tú me juraste que podría tener tu cuerpo por la fuerza, pero que nunca podría tenerte a ti. Yo no quería tu cuerpo por la fuerza, habría sido muy fácil. Quería todo tu ser"

Ella empezó a llorar desconsoladamente. Él la desató, se sentó en la cama, la tumbó sobre sus rodillas boca abajo, y en las ya purpúreas y ardientes nalgas, empezó a administrarle azotes rítmicos con la mano derecha, mientras que con la izquierda la acariciaba dulcemente. Acariciaba sus muslos, y al llegar a su tesoro escondido, descubrió con infinita satisfacción que estaba en las condiciones más óptimas para apoderárselo, hacerlo suyo sin utilizar la fuerza, ni la violencia.....
 
 
 
 

FIN

Snif snif snif

De autor anônimo. Pescado na net por Framarion

(obs. isso está escrito na variante Lusitana do Português. Tenham isso em mente e divirtam-se, pois o texto é um dos melhores que já lí.) _CF

A Arte do Spanking

para:

meninas sossegadas (MS),

meninas marotas (MM), e

meninas realmente mal comportadas (MRMC)

Nota: O spanking não é algo que deva ser utilizado para realmente magoar a outra pessoa, se se sentir zangado com ela. É uma actividade mutuamente consentida, entre duas pessoas adultas (no sentido legal do termo). Se você não é uma pessoa adulta, este texto não é para si.

Outra nota: Durante todo o texto, vamos assumir que a parte que aplica o spanking é um rapaz, e a parte que o recebe é uma rapariga. Isto não quer, de maneira alguma, dizer que tenha sempre de ser o rapaz a parte dominadora. Também é possível que seja entre duas pessoas do mesmo sexo. Também iremos falar de coisas como "ordens", que devem ser entendidas pelo leitor como pedidos, cujo contexto obriga ao consentimento implícito da rapariga.

Ainda outra nota: É essencial que, antes do spanking, ambas as partes concordem com o tipo de castigo, a sua duração, e *importante*, combinem uma palavra que, ao ser dita por qualquer delas, termina tudo imediatamente.

meninas sossegadas (MS)

As MS são isso mesmo: sossegadas. Não costumam portar-se mal, e por isso o castigo deve ter em conta a ausência de antecedentes graves e mostrar benevolência.

A melhor maneira para castigar uma MS é a tradicional posição "dobrada sobre o colo", em que o rapaz está sentado na ponta da cadeira ou da cama, de modo a que a MS possa dobrar-se sobre o colo dele, ficando a sua barriga apoiada sobre as pernas do rapaz. Não se pretende causar desconforto exclusivamente com a posição em que ela se coloca, por isso deve ter-se o cuidado de, nas primeiras vezes, deixar a MS adaptar-se como lhe for mais confortável.

É muito possível que a MS, confrontada com a ordem de assumir a posição de castigo, se mostre falsamente arrependida, procurando mesmo demovê-lo de o aplicar. Não se deixe enganar pela voz doce e suplicante em que algumas raparigas são especialistas. Pense no que é melhor para ela! Um bom correctivo agora poderá evitar muitas situações desagradáveis no futuro. Atenção, que ela deve ser convencida a colocar-se em posição apenas com ordens, e nunca com violência física.

Muitos principiantes perguntam-se se a rapariga deverá usar saia durante o spanking, conforme indicam as fontes mais ortodoxas (escola de Viena), ou se se poderá permitir o uso de calças, tão frequente na bibliografia da escola de Miami. Há que ter em conta que as calças, uma vez baixadas até ao joelho, provocam imobilidade nas pernas, o que não é pretendido. Por isso, acho que o vestuário ideal para a situação de spanking é a saia. Vamos portanto assumir que a rapariga tem uma saia vestida.

Deverá dar-lhe alguns instantes até que ela esteja confortavelmente instalada. Depois levante-lhe a saia, sempre devagar. Assegure- se que esta não volta a descer, o que seria um contratempo desagradável a meio do spanking. As cuecas devem ser cuidadosamente puxadas para baixo, até aos joelhos. É possível que a MS demonstre algum receio nesta altura. Convém ter algumas palavras de conforto, dizendo que tudo passará rapidamente.

Começa-se com umas palmadinhas muito leves no rabo. Ela estará à espera do que se seguirá, ficando progressivamente tensa. Então dá-se a primeira palmada a sério. Observe cuidadosamente a reacção da MS. Uma expressão pouco usual de dor indicará que está a exagerar. A ausência de qualquer reacção indica que está a aplicar pouca força: nesse caso, aumentar progressivamente, até que a MS dê sinais de sentir o castigo. Aguarde alguns segundos antes de prosseguir, desta vez com um ritmo certo e palmadas firmes.

Pode optar por dois métodos. Ou bate sempre na mesma nádega, ou alterna entre a esquerda e a direita. A primeira opção produz mais dor, pelo que se se optar por ele, deve dar- se um maior intervalo entre palmadas. Não se notam variações significativas, em termos de rubor produzido no rabinho, quer se use um método um outro.

Após um certo número de palmadas, páre um pouco e converse brevemente com a MS sobre a maldade feita por ela, fazendo-a compreender que esse tipo de coisas são feias. Mantenha um tom de voz baixo e demonstre tolerância. Leve-a a admitir que se portou mal e merecia o castigo. É fundamental a componente pedagógica.

Após isto, voltar às palmadinhas leves, que deverão depois passar a festinhas, para dar tempo a que o rabinho perca aquela cor mais rosada. Acompanhar com palavras de conforto.

Algumas pessoas, cometendo um grave desvio ao método, acham que esta é uma boa altura para deixar a mão descer até à vulva da MS e massajá-la, até se sentir humidade.

Após o spanking, convém conversar com a MS, para trocar impressões sobre o que aconteceu. Resulta melhor se durante a conversa estiverem na horizontal, estafados por alguma actividade que tenha ocorrido entre o spanking e a conversa.

Se a MS não voltar a portar-se mal nem falar sobre a experiência nos quinze dias seguintes, provavelmente, você fez alguma coisa mal. Fale com ela e procure perceber o que se passa.

meninas marotas (MM)

Uma menina marota confessará a sua maldade, sabendo de antemão que será castigada. Caso seja a primeira vez que ela lhe faz uma confissão deste género, talvez peça que o castigo seja leve. Tenha isso em consideração.

Irá ser preciso um chinelo. O ideal é que seja um chinelo com sola de couro genuíno, pouco ou nada gasta. Rejeite liminarmente as solas sintéticas.

Um acessório opcional é o espelho de grandes dimensões, que se coloca de maneira a que a MM possa ver a zona castigada. Espelhos desses costumam ser vulgares nas casas-de- banho (fáceis de retirar).

Mande a MM ir buscar o chinelo (não deixe o seu cão presenciar esta parte, que lhe causaria dúvidas e perplexidades perfeitamente desnecessárias). Como já discutimos anteriormente (ver parte 1), é conveniente que a MM vista saia. A MM deverá agora assumir a posição "dobrada sobre o colo", com a saia puxada para cima, e as cuecas baixadas, como também foi descrito na parte 1.

Pela natureza do castigo, é possível que a MM tente abandonar a posição antes do fim, ou pelo menos, fazer algum movimento instintivo de auto-defesa. Mantenha-a quieta, pousando-lhe os pulsos sobre as costas dela e mantendo-os aí. Em alternativa, pode colocar-lhe firmemente a sua mão sobre as omoplatas, imobilizando-a. Se não for dita a palavra de segurança, deve manter a MM em posição.

Comece com uma série de meia dúzia de chineladas dadas com força moderada, seguida de uma pausa. Isto fará com que o rabinho dela fique bastante sensível, e com uma agradável cor rosada.

Recomece depois, com nova série, mais longa, tendo em conta que desta vez vai magoar mais, mesmo que a força seja a mesma. É altura para uma nova pausa, desta vez para fazer festinhas no rabinho e conversar um pouco sobre o motivo do castigo, levando-a de novo a reconhecer a sua culpa e a prometer não tornar.

Vários autores fazem notar que, neste ponto, a MM estará a pensar no que há-de fazer para merecer um novo castigo. É um aspecto perfeitamente natural, resultante da natureza perversa das mulheres. Contrariamente ao que alegam algumas correntes da Teologia, os pensamentos não devem castigar-se.

Mantenha a MM em posição com a mão que segura o chinelo, enquanto a mão livre verifica o estado dos mamilos. Se ficarem duros (ou se o estiverem já), significa que a MM está a gozar consigo. Não só pensa já na próxima maldade a fazer, como ainda está a tirar partido da situação!

Roce levemente com o chinelo no rabinho dela durante alguns segundos, após o que deverá dar as últimas chineladas, desta vez com bastante força, e por isso limite-as no número.

Mande a MM levantar-se, e você fará o mesmo. Agora chegou o momento em que ela deve pedir desculpa de joelhos. Isto deve ser feito com ordens verbais, sem recorrer a encorajamento físico. Tenha à mão uma toalha ou uns lenços de papel, para o caso de a MM não querer engolir tudo, ou não querer de todo engolir. Estamos a partir do princípio que não é usado um preservativo: essa é uma questão que transcende o âmbito deste texto.

Pode acontecer que a MM diga posteriormente que prefere os castigos do tipo descrito na parte 1. Isso não significa que você tenha feito alguma coisa mal, mas apenas que pessoas diferentes preferem coisas diferentes.

meninas realmente mal comportadas (MRMC)

Uma menina realmente mal comportada (MRMC) tem ostensivamente atitudes reprováveis, apenas com o intuito de provocar o castigo. Um bom exemplo é circular na via pública com mini-saia (a ausência de cuecas constitui severa agravante, especialmente se ela lhe sussurrar esse facto ao ouvido).

Para castigar uma MRMC, precisará de uma régua. Escolha uma de madeira, evitando as de plástico. 40 ou 50 cm é o comprimento ideal.

Ordene à MRMC que se dispa. Como qualquer bom torcionário lhe dirá, uma mulher sentir- se-á mais intimidada se for mandada despir- se, do que se for despida por outra pessoa.

Coloque-lhe um pequeno tapete ou toalha sob os pezinhos, para evitar que tenha frio neles.

A MRMC deve agora assumir uma posição de pé, com as mãos apoiadas numa mesa, e com as costas a fazerem 60 graus com a horizontal.

Coloque-se ao lado dela, a alguma distância, de modo a poder dar-lhe as reguadas no rabo sem que os seus movimentos sejam atrapalhados por qualquer parede ou objecto. Também deve poder ter uma visão clara da cara dela.

Encoste-lhe a régua ao rabinho. Volte a explicar-lhe por que vai ela ser castigada. É bastante improvável que a MRMC mostre remorsos, podendo mesmo deixar transparecer algum sinal de impaciência.

Afaste um pouco a régua e dê a primeira reguada. Se ela der um pequeno passo à frente quando sentir o castigo, não hesite em ordenar-lhe que volte à posição inicial.

A MRMC deve contar, em voz alta, o número de reguadas. Não dê a próxima enquanto não a ouvir dizer o número. Isto serve para que ela possa ter uns instantes de pausa se achar necessário.

No entanto, não recorra àquele truque bastante desagradável que consiste em perguntar-lhe, quando acaba, por que não contou o número zero, fazendo voltar tudo ao princípio. Trata-se de uma atitude bastante pueril, própria de instrutoras de escutismo e sargentos dos comandos (nestes últimos em relação a flexões, note-se).

Tenha cuidado. Uma régua de madeira é hoje em dia bastante difícil de encontrar e as que existem em casa das pessoas são geralmente artigos de grande estima, provavelmente bastante antigos.

Inicie uma cadência moderada. As reguadas devem ser dadas de uma forma decidida, mas sem raiva. Ao atingir o rabinho, a régua deve produzir um som seco característico. A literatura da área aconselha a fustigar ambas as nádegas simultaneamente, mas isso não quer dizer que você não possa fugir por uma vez ou outra à doutrina vigente.

Dada a natureza extremamente perversa da MRMC, é possível que ela dê sinais de estar a ter prazer com tudo isto. É um problema bastante debatido nas "mailing lists" e até agora ninguém chegou a uma conlusão definitiva sobre como o evitar. A estratégia concensual é aumentar a força, até que ela vocalize gemidos de dor, em vez de gemidos de prazer. Mas, como disse, é uma matéria ainda muito controversa, que é deixada ao critério do leitor.

Acabadas as reguadas, deve fazer uma pequena pausa. Você deve estar algo cansado e merece um momento de repouso. Sente-se um pouco e beba um chá. Depois disso, a MRMC deve adoptar a mesma posição, mas desta vez com as costas a fazerem 30 graus com a horizontal. Note que durante a pausa, ela não abandona a posição inicial.

Lubrifique generosamente o ânus da MRMC com vaselina (caso não use preservativo), ou com uma gordura natural como a manteiga ou margarina (caso use preservativo).

Após tudo acabado, converse um pouco com ela para trocarem impressões sobre o que se passou, e tomar nota de algum aspecto que ela não tenha gostado.

fim

E uma última coisa: É possível que algumas partes deste texto contenham informação inexacta ou errada. É ao leitor que cabe a responsabilidade de decidir se o conteúdo é ou não aceitável e se vai ou não usar a informação aqui presente. O autor, como não podia deixar de ser, declina qualquer responsabilidade.

Uma Noite Inesquecível

Naquele sábado passeamos muito, fomos almoçar, andamos no parque e fomos ao cinema, quando retornamos para o apartamento dele estávamos felizes rindo como crianças. Após algum tempo o telefone tocou, ele atendeu, conversou um pouco e disse que precisava resolver um problema urgente e não tardaria a retornar.

Fiquei lá sozinha e sem nada para fazer, liguei a T.V mas nada me agradou, depois de um certo tempo, não sei precisar o quanto, se alguns minutos ou algumas horas comecei a perambular pelo apartamento e entrei no quarto dele, era a primeira vez que me encontrava ali sozinha. Olhei em volta e reconheci cada centímetro do aposento, vi o guarda-roupa e me pus a investigar seu conteúdo, mexendo em suas gavetas e suas roupas, foi ai que o telefone tocou, me assustei no início e sem saber se deveria após alguns toques atendi ao chamado. Do outro lado ele dizia que infelizmente demoraria um pouco mais, e no tempo em que esteve fora perguntava-se o que eu estaria fazendo lá sozinha.

Como não respondi ele disse com a voz mais doce:

- Vamos querida, diga pra mim, o que estava fazendo ai sozinha em meu apartamento.

- Nada respondi receosa

Mas ele insistiu:

- Não tenha medo, pode dizer, o que estava fazendo?

Meu coração acelerou e com a voz tremula disse:

- Eu estava reconhecendo seu armário e suas gavetas

- Mas que menina levada, ele disse, me aguarde vai precisar ser castigada. E desligou ao telefone

Meu coração bateu mais forte, não sabia o que fazer, pensei em ir embora, fugir dali, mas meus pés não respondiam, pensei que ultraje ele me falar assim, ele vai ver só.......

Consegui recuperar o fôlego e a respiração, acalmar meu coração e esperá-lo na sala.

Quando cheguei lá a porta se abriu e ele entrou, comecei a dizer que ele não deveria Ter me dito aquilo (não sei porque mas fiquei brava e excitada ao mesmo tempo),. Ele se aproximou de mim, me deu um beijo carinhoso na boca e disse:

- Calma minha menininha, me acompanhe.

Não consegui me mexer, ele caminhou até o outro lado da sala e sentou-se no sofá dizendo:

- Não tenha medo, venha até mim e levante sua saia. Você foi uma menina muito levada mexendo nas minhas coisas e agora precisa ser castigada.

Como não me movia ele continuou com a voz calma e tranqüila.

- Não precisa sentir medo, venha agora.

Não sei o porque mas minhas pernas começaram a se mover em sua direção, na minha cabeça perguntas fervilhavam: O q ele iria fazer ? Ele não se atreveria? Porque estava obedecendo?

Cheguei ao seu lado e antes que percebesse ele me debruçou sobre seu colo e levantando minha saia disse:

- Você vai aprender a não mexer em minhas coisas.

E antes que suas palavras fossem compreendidas ele golpeou minhas nádegas. Gritei mais de susto do que de dor e tentei fugir, mas suas mãos seguraram-me forte e não consegui. Ele continuou a me dar palmadas em minha bunda e eu não gritei mais, mas segurava o tapete com força, aos poucos seus golpes foram aumentando e sem poder resistir minhas lágrimas começaram a escorrer pelo meu rosto.

Suas palmadas eram fortes e precisas, cada uma atingia uma parte de minhas nádegas, sentia a pele esquentar mas nada podia fazer. Um misto de prazer e dor invadiu meu corpo.

Depois de algum tempo, não sei quanto ele parou, me levantou sentou-me em seu colo e me abraçou carinhosamente, dizia que ele só fez isto porque mereci e que fui muito corajosa ao dizer-lhe a verdade. Enxugou minhas lágrimas e me acalmou, abraçava-me e me acariciava e sem perceber dormi em seu colo.....

Por Menina Levada

UM PASSEIO NA FAZENDA

Havia 5 meses que eu e Vítor estávamos namorando e durante todo esse período ele sempre foi muito simpático e carinhoso. Ele havia nascido e se criado em uma cidadezinha do interior e somente após a faculdade veio morar na Cidade grande.

Nos conhecemos em um restaurante onde íamos no horário de almoço. Ele trabalhava em um escritório de advocacia no 5 andar do edifício onde eu trabalhava como Coordenadora de eventos. Após alguns encontros casuais no restaurante, passamos a voltar junto ao trabalho e saímos algumas vezes antes de começar o namoro.

Durante nossas conversas ele sempre falava na vida do campo e como era a fazenda de seus pais, comecei a ficar curiosa e pedi a ele que da próxima vez que fosse até lá me levasse com ele. Foi assim que em um na véspera do feriado ele me ligou dizendo para arrumar as malas que iríamos viajar no dia seguinte.

Como eu estava muito cansada, resolvi dormir e acordar cedo no outro dia para arrumar as malas antes que ele chegasse. Sabia que não podia me atrasar pois ele detestava atrasos.

Quando ele chegou na manhã seguinte eu ainda estava na cama e não havia arrumado minha mala, percebi em seus olhos sua irritação, mas como ele não disse nada comecei a me arrumar e rapidamente estávamos na auto estrada a caminho da fazenda.

Durante o percurso para aliviar a tensão comecei a brincar com ele que no princípio reagiu mal, mas em pouco tempo se descontraiu e amenizou sua feição. "Que bom ele já me perdoou" pensei comigo. Várias vezes pedi que ele parasse o carro, primeiro para tomar café, depois precisava ir ao banheiro, depois para comprar balas, ele dizia sempre rindo que eu mais parecia uma menininha mimada.

Ao chegarmos a fazenda seus pais nos esperavam com um delicioso café a mesa, mas como havia me lambuzado de doces e outras porcarias pelo caminho não comi muito, o que deixou a mãe dele muito magoada.

Fomos caminhar para conhecer a fazenda.

E ele disse:

- Por favor se comporte bem, não como uma menininha.

- Mas o que eu fiz?

- Você não percebeu como minha mãe ficou quando você disse que não gostava da maioria dos alimentos que ela havia preparado?

- Eu não, e além do mais não sou obrigada a comer a força.

Mais uma vez percebi a irritação em seus olhos, mas calmamente ele disse:

- Cuidado meninas luxentas merecem umas palmadas

Ri de sua frase e sai correndo dizendo que ele não era homem para isso. Voltamos para casa e nos outros dois dias continuei a me comportar como uma menininha mimada como ele dizia. Um dia a tarde após o almoço os pais dele disseram que precisariam ir até a cidade e voltariam apenas no final da noite e não precisaríamos esperá-los. Fomos convidados a ir juntos, mas eu recusei dizendo estar cansada. Quando os pais dele saíram comecei a fazer beicinho pedindo a ele que fossemos ao rio nadar, mas ele disse:

- Você não estava cansada, pois então vá dormir.

Continuei implorando que ele me levasse ao rio, mas ele foi irredutível, e como comecei a fazer algumas travessuras ele me levantou-se de sua cadeira e me pediu que o acompanhasse.

Não sei porque, mas o tom de sua voz me deixou com um frio na barriga e não sai do lugar. Ele caminhou em minha direção, fez um carinho em meus cabelos e disse baixinho.

- Venha, não tenha medo, vamos até meu quarto.

Comecei a segui-lo, segurando em suas mãos, pensamentos estranhos passaram em minha cabeça. (o que ele faria? Será que faríamos amor? Iria me mostrar algo novo?)

Ao chegarmos ele abriu a porta e me colocou em sua cama, fechou as cortinas, ligou o som e mexeu em seu guarda-roupa de onde tirou um objeto estranho que eu não conhecia.

Ele voltou, sentou-se na cama e me colocou sentada em seu colo, acariciava meus cabelos, beijava meu pescoço, eu estava gostando de tudo, mas ele falou entre um beijo e outro.

- Sabe Kate, eu gosto muito de você.

- Eu sei.

- Mas nos últimos dias você tem se comportado muito mal.

- Mas eu só estava me divertindo um pouquinho.

Ele continuava com suas carícias, mas sua voz era terrivelmente assustadora.

- Você sabe o que é esse objeto?

- Não, o que é?

- É uma palmatória

Rapidamente, tentei sair do seu colo, mas ele segurou minhas mãos.

- Minha mãe usava este objeto quando me comportava mal.

- Você não esta pensando em usá-lo em mim, está?

- No início não, ele disse. E rapidamente me deitou em seu colo de bruços. Tentei escapar mas não consegui, suas mãos eram fortes.

- Calma, não precisa se apavorar, você tem sido uma menina muito levada e precisa se comportar melhor, afinal de contas vai ser minha esposa. Essas palavras ecoaram em minha cabeça, ele nunca havia falado em casamento. Mas antes que eu pudesse falar alguma coisa, senti o peso de suas mãos em minhas nádegas que estremeceram.

- Você precisa de uma lição, Slapt outra vez suas mãos ecoaram um som ao tocar em minha pele, Slapt, Slapt, ele continuou enquanto me repreendia pelo meu comportamento durante aqueles dias.

Slapt, Slapt, Slapt, Slapt, ele continuou batendo apesar de meus pedidos, tentei fugir, mas ele me segurou e disse para que eu aceitasse meu castigo, Slapt, Slapt, Slapt, ele continuava a bater eu me segurava nas colchas para suportar melhor a dor que suas mãos estavam me causando.

Slapt, Slapt, Slapt, derrepente ele parou, pensei: "que bom terminou", mas a pausa foi curta, apenas o tempo suficiente para levantar minha saia e baixar minhas calcinhas, vi pelo espelho que meu bumbum estava vermelho, mas vi também quando ele pegou a palmatória e começou a me bater novamente. Slapt, Slapt, Slapt, Slapt, cada golpe em um lugar diferente das nádegas e com intervalos também diferentes. Slapt, Slapt, Slapt, a está altura já não conseguia mais segurar em nada e minhas lágrimas escorriam pelo meu rosto, apesar das súplicas ele continuou a bater Slapt, Slapt, Slapt, Slapt, não sabia o que pensar, mas no fundo eu estava gostando daquilo.

Quando terminou ele apreciou sua obra prima, me acariciou, disse que havia doido mais nele, mas eu estava merecendo ele dizia.

Me sentou em seu colo e me abraçou até eu terminar de chorar, me beijava como nunca havia me beijado antes. Sentia suas mãos em minhas costas, me acalmando e me acariciando.

Habilmente ele me deitou em sua cama e fizemos amor ali como jamais havia feito antes. Adorei cada minuto, cada toque seu e juntos ele me fez gozar por duas vezes.

Antes de dormirmos ele passou um creme em meu bumbum que ardia muito, ele disse que eu iria me lembrar por muito tempo daquele feriado, e que provavelmente iria me comportar melhor agora.

Realmente nunca esqueci a primeira surra que ele me deu, não preciso nem dizer que nos outros dias me comportei exemplarmente. Foi um feriado memorável.

 

Escrito por: Antonio Carrasco (tonny1571@hotmail.com)
 
 
 

Hola, mi nombre es Tatiana, tengo 20 años bien llevados, como para describirme, les diré que soy de tez latina, cabello pardo claro, mido 1.65 cmts., no tengo mucho pecho, pero no me preocupa pues mi arma para conquistar chicos son mis caderas y mis piernas y como tengo un trasero algo carnoso, suelo vestirme con pantalones delgados y calzoncitos pequeños que suelen marcarse en los pantalones, así arranco varias miradas a los chicos de la Universidad donde curso el cuarto ciclo de Arquitectura; soy la ultima de tres hermanos, por lógica, la engreída de mis padres, ellos son muy buenos y nunca le pusieron una mano encima a ninguno de sus hijos; yo nací en la ciudad peruana de Cajamarca y vine a Trujillo a vivir hace dos años y aquí fue que... digamos... mi vida cambió.

Bueno, sucede que hace un par de años, vine a vivir a casa de mi tío Jorge, él es hermano de mi papá y bastante cariñoso conmigo, tiene una hija que anda por los 16 años, Patricia, esta terminando la secundaria y es tremenda, tanto así que a pesar de mi edad, ella me ha enseñado algunas travesuras que antes no se me habría ocurrido hacer.

Pues bien, sucedió allá por Junio del 2000, acababa de llegar a prepararme para el examen de ingreso a la Universidad y era muy obediente con mis tíos (o por lo menos eso creía yo), pero una noche, desperté por el ruido que había en la casa, cuando vi el reloj eran como las 2 am. y pasaba que mi tío le estaba propinando una señora paliza a mi prima por haber salido mal en los estudios; los gritos de dolor y suplicas de perdón de mi prima me asustaron tanto que apenas si atiné a regresar a mi cuarto desde donde se podía escuchar todo; de pronto el ruido cesó, y escuche los pasos de mi tío dirigirse a su habitación. Demás esta decir que no pude dormir esa noche; un poco por la impresión de haber oído lo que oí, pero luego esa impresión se fue transformando en curiosidad de saber lo que se sentía recibir una paliza tal, pero a la vez me repetía a mi misma “No Tatiana, ya tienes 18 años, ya no estás para que te estén pegando”; y luego “pero ¿será tan terrible en realidad?, ¿por qué mi papá nunca lo hizo si varias veces me lo merecí?”, en fin cosas así.

Bueno, había pasado ese fin de semana y el lunes, como de costumbre mi tío Jorge fue a trabajar pues es Contador, mi tía Clara también, ella es Enfermera, Patty al colegio y yo a la academia; pero en la tarde, mi prima salió de casa para hacer la tarea donde una amiga, a mi tía le tocaba guardia diurna, de manera que no regresaría hasta las 7 de la noche, así que estábamos solos mi tío y yo y entonces pregunté:

- ¿Castigaste a Patty la otra noche no es cierto?

- Si...la castigué.

- ¿No te da pena?

- Claro que me da pena hija, pero si no la corrijo ahora... en fin... lo que busco es que sea una chica de bien, definitivamente no quiero que creas que lo hago porque no la quiero.

- ¿Me querrán mis papas? (dije eso en pensando en voz alta)

- ¡Claro que te quieren tonta!, si no, no estarías acá estudiando

- Y ¿Por qué no me castigaron cuando me lo merecía?

- Vaya que a veces lo mereces; bueno, creo que Pepe (así se llama mi papá) tiene su propia forma de educar a sus hijos.

- Si yo fuera tu hija, ¿me pegarías también?

- ¡Claro!, para empezar por lo del Jueves, que debías llegar a las 6 de la tarde y te apareciste a las 9 de la noche, no te partí el trasero porque no eres mi hija que si no...

- ¿Si no...?

- Hay niña, te calateaba y te aseguro que ese short que traes puesto ahora, no te lo hubieras podido poner ni de broma, por lo menos hasta dentro de una semana.

- ¡Ups!.......Tío

- ¿Si mi vida?

- ¿Me tratarías como a una hija mas mientras viva en tu casa?

- ¡¿Qué?!

- Lo que oíste.

- No sabes lo que dices, para empezar, tendría que castigarte por haberme preocupado de esa forma el Jueves pasado y... no seria nada agradable para ti.

- No importa, mientras viva contigo... quiero ser también tu hija, recibir abrazos, besos, mimos y castigos si los merezco, estoy dispuesta vivir bajo tus reglas.

- ¿Por qué?

- Porque... no me quiero... seguir sintiendo una extraña en tu casa.

- ¡¿Te sientes una extraña?!, muy bien, pues... te voy a demostrar que no eres ninguna extraña.

- ¿A que te refieres? (para entonces un frió entró en mi estomago y un gran pánico se apoderó de mi, tanto que empecé a temblar, “hoy me cae”, pensé, pero a pesar del miedo, me sentía segura)

- Ya veras, ve para tu cuarto, te sacas el short, el calzón y me esperas sentada en tu cama yo ya voy.

- ¡¿Me vas a pegar?!

- ¡Si!...y ahora ve, antes que te lleve a rastras, quieres que te trate como a mi hija, pues así lo haré.

Miles de ideas corrieron por mi cabeza mientras subía las escaleras para llegar a mi cuarto o mientras me quitaba aquel short de Jean bien cortito que traía y peor cuando me saque el calzoncito, el frío de sentirme desnuda y el miedo me hacían temblar y a mi corazón latir tan rápido que parecía salirse de mi pecho; entonces entró mi tío, se paró frente a mi y me dijo:

- Tienes viviendo aquí tres meses, te he llamado la atención por llegar tarde hasta dos veces, pero claro, como no podía disciplinarte, has venido haciendo lo que querías; muy bien, a partir de ahora te voy a tratar como a una hija y cada vez que lo amerites, recibirás una zurra.(Entonces se quitó la correa doblándola en dos, por lo que yo no resistí el miedo, claro, me acordé de lo que había oído, así que me tire a sus pies suplicando)

- ¡Perdóname tío por favor!, ¡no me pegues, te prometo ser una chica buena y obediente, pero por lo que mas quieras no me pegues!

- Se que tienes miedo y no creas que no me duele, pero te lo mereces.

Entonces me tomó de un brazo haciendo que me ponga de pie, me dio la vuelta y me dijo:

- Si pones las manos, te doy dos correazos extra por cada ves que las atravieses ¡¿ENTENDISTE?!.

- S...si.

De pronto, el primer correazo cayó justo en el centro de mi hasta entonces, jamás azotado trasero WHAP, ¡AAAAAAAAAAYYYYYYYYYY, por favor tiito, perdóname, voy a ser puntuaaaaaall, no vuelvo a llegar tarde!.

- De eso estoy seguro Tatiana, me dijo y entonces empezó una andanada de azotes WHAP, WHAP, WHAP, WHAP, WHAP, WHAP, WHAP, WHAP, WHAP, WHAP, entre mis nalgas y mis muslos ¡UUUFFFF!, como arde esa condenada correa, sobre todo en mi caso que nadie me había puesto un dedo encima nunca; pero no importó cuanto llorara, brincara, gritara o suplicara, mi tío no se detuvo hasta que hubo contado 50 correazos que fue el castigo que para él yo merecía; pero ahí no quedó todo, pues por poner las manos y haberme tirado al piso en dos ocasiones, me dio 10 correazos mas en las piernas, creo que lo hizo a propósito para que no me pusiera el short que tenia, y que me quedaba bastante corto.

Cuando terminó, a lo primero que atiné fue a tirarme en el piso y frotarme frenéticamente mis pobres nalgas y mis rojísimas piernas, llorando peor que una niña de 5 años y es que el ardor era casi insoportable, pero el me levanto, me sentó sobre sus piernas, me besó, me secó la cara y me dijo:

- Ahora sabes lo que es ser hija mía y así será mientras vivas conmigo.
 
 
Desde esa tarde, han pasado dos años, ahora no me avergüenza confesar que la última zurra que mi tío me ha dado, ha sido hace una semana, por llegar algo mareada después de una fiesta en la Universidad, claro, no me pega mucho, y la verdad, me muero de miedo de sentir esa correa en mi trasero o mis piernas, y de vergüenza de tener que quitarme la ropa para que me zurren a mis 20 años; pero me siento querida y en familia, sí claro, amo mucho a mis padres, pero siento que en cierta forma gané un segundo papá.
 
 
 
 

FIN

 (Krenee31@yahoo.es)
 
 
 

He vuelto a soñar contigo.

Una noche más a tu lado, en mis sueños.

Me hiciste feliz anoche, una vez más, una noche más, en mis sueños....

No fue en realidad un sueño.. fue un recuerdo. El recuerdo de algo que vivimos juntos y que en aquél entonces fue como un sueño, y que hoy sólo es el sueño de un recuerdo.

Cuando estoy enferma siempre sueño con el mismo recuerdo. Siempre recuerdo el mismo sueño.

Aquellos días maravillosos que pasamos juntos en París, en tu casa, en aquella ocasión en la que yo disponía de unos días de vacaciones, pero tú tenías mucho trabajo, y para colmo yo estaba enferma, con una terrible gripe y con fiebre alta, pero a pesar de esos inconvenientes y de que nos íbamos a ver muy poco por el exceso de trabajo que tenías en ese momento, decidimos encontrarnos de todas formas. Ambos deseábamos estar juntos, aunque sólo fuera un ratito por la noche y aunque tú llegaras agotado a casa y yo estuviera enferma.

Fuiste a buscarme al aeropuerto y me llevaste a casa.

Te llevaste un disgusto cuando me viste llegar ¿lo recuerdas?. Sabías que estaba enferma pero yo no te había dicho que estaba tan mal..

- "Si llego a saber que estabas en ese estado, no te dejo venir. Ahora mismo vamos a casa y te vas a meter en la cama"

Me obligaste a comer, vigilaste que me tomara las medicinas y me acostaste en la cama como si yo fuera una niña pequeña y tú el papá que me cuidaba.

Dejaste tu móvil cerca de mí, en la mesilla de noche y tú te llevaste el de la empresa.

-"Te estaré llamando todo el tiempo para ver cómo sigues"

Me llamabas cada 15 minutos y me enviabas mensajes sin parar.

A pesar del estrés que estabas pasando en el trabajo, cada una de tus llamadas, cada uno de tus mensajes, estaban llenos de dulzura, de ternura. Me hacías saber y sentir cuánto me querías, cuánto me deseabas, y yo me sentía la mujer más amada, más deseada sobre la faz de la tierra.

Los asuntos en tu trabajo se complicaban y no podías volver a casa que era lo que en realidad estabas deseando. Eso te ponía de mal humor, y yo intentaba tranquilizarte. No quería que estuvieras preocupado por nada, y menos por mí. Yo estaba bien.
Te esperaba. Quería estar despierta para oírte llegar. Saltar de la cama en cuanto oyera el ruido del coche entrar en el jardín y el de la puerta metálica del garaje. Saltar de la cama y correr a la entrada de la casa , y esperar a que metieras la llave y abrieras la puerta para saltar sobre ti y colgarme de tu cuello.

Pero tú no podías venir. Tardabas. Y al final la fiebre y el cansancio pudieron conmigo y me quedé dormida.

No respondí el último mensaje que me enviaste al móvil, y por ello supiste que me había dormido.

No sé qué hora era cuando llegaste. No te oí . No estaba en la puerta para saltar a tu cuello.

Despacio y sin hacer ruido para no despertarme te acercaste a mí, tocaste mi frente que estaba ardiendo, la besaste con suavidad. Desperté. Abrí los ojos y te vi allí, junto a mí. Te sonreí y rodeé tu cuello con mis brazos. Nos besamos.

Me acariciabas suavemente y yo deseaba que retiraras las sábanas que me cubrían para que pudieras ver que, a pesar de la fiebre, había ido al cajón de las sorpresas, y había descubierto el regalo que me tenías preparado y que no me habías dado, pero que yo conocía porque me lo habías dicho cuando lo compraste. Era un conjunto de lencería negra de seda y encaje. Lo llevaba puesto para que me vieras con él cuando llegases.

Por fin retiraste las sábanas y me viste como deseabas verme. Sonreíste y descubrí en tus ojos un destello que yo conocía muy bien.

Sabía que me deseabas, pero tenías miedo. Estaba enferma y tú no querías forzar.

Volví a rodearte con mis brazos y te di a entender sin necesidad de palabras que yo también te deseaba y que no importaba la fiebre.

Volvimos a besarnos y la pasión fue subiendo en cada beso, en cada caricia.

Te quité la corbata, la chaqueta y la camisa.

Te levantaste de la cama y terminaste de desnudarte.

Diste un tirón a las sábanas y las echaste por el suelo.. Ahora podías verme mejor. Con tu regalo puesto. Con aquél body negro de seda y encaje y el sujetador negro transparente que no tapaba nada, y los finos tirantes con perlitas.

Llevaba también finas medias de seda con liga. Sabía que eso te volvía loco, y ese era precisamente mi objetivo: hacerte enloquecer.

Te quedaste mirándome mucho rato así. Estabas de pié junto a mí, y yo estaba acostada en la cama.

Sentía tu mirada posarse sobre cada milímetro de mi cuerpo. Sentía tu mirada como si me tocara, como si me acariciara.

Te sentaste junto a mí en la cama. Cogiste mis manos en las tuyas y levantándome los brazos viniste sobre mí.

Me cubrió tu silencio lleno de besos, amor, ternura y deseo.

Pasabas tu boca por todo mi cuerpo y me desnudaste arrancándome el body con los dientes.

Tu boca me recorría entera y me hiciste gritar en varias ocasiones, cuando sentía tu lengua sobre mis zonas más sensibles.

Mi boca también recorría cada pliegue de tu piel. Entrabas y salías de mí haciéndome enloquecer.

Rompiste tu silencio cuando me susurraste suavemente al oído que tenías unas ganas locas de azotarme. Luego dudaste

- " Quizás estés muy débil y debamos dejarlo para otra ocasión. No quiero abusar"

Te sonreí:

- "Hazlo mi amor. Yo también lo deseo".

Así, sin motivo. Sin juego. Sin rol play. Sin puesta en escena. Sin excusas. Sólo por el placer de realizar algo que nos gusta a los dos y que ambos deseamos.

Te sentaste en el borde de la cama y yo tomé posición tumbada boca abajo sobre tus rodillas.

Empezaste a azotarme despacio. Un azote en cada nalga, en crucero.

Mis nalgas iban enrojeciendo y tu excitación crecía a medida que el rojo se iba haciendo más intenso.

Ya no pensabas en mi debilidad, en mi fiebre.

El ritmo de los azotes se aceleraba, cada vez eran más fuertes, cada vez más rápido.

Sentía tu mano caer sobre mis nalgas que ya empezaban a acusar el dolor de tantos azotes seguidos.

Sentía, sin poder verlo, cómo vibraban mis nalgas bajo tus palmadas...

¿Cuantos fueron? ¿cincuenta? ¿sesenta? No los conté.

Empezaste a acariciar mi entrepierna con tu mano izquierda mientras que seguías azotándome con la derecha.

Yo ardía y no era sólo por el efecto de la fiebre. Mi respiración se entrecortaba y sentía que iba a estallar una vez más. Ya me habías hecho estallar tres o cuatro veces desde que empezamos a besarnos esa noche.

Contigo, contigo mi amor, estallar era muy fácil. Cada estallido dejaba mi sensibilidad preparada para que el siguiente viniera más rápido.

Tú adorabas verme estallar así, una y otra vez, estallidos violentos, salvajes. Te volvías loco y perdías la cabeza y el control, y en más de una ocasión sólo lo recuperabas cuando yo ya me había desmayado, y entonces te arrepentías de ser tan bruto, y te entraba complejo de culpabilidad.

Yo nunca dije "stop" a nada. Nunca te dije que no a ninguna de tus locuras. Nunca puse un freno a tu pasión y a tus deseos, y cuando el resultado era mi desmayo, me reñías por no haberte parado a tiempo. Pero yo no quería pararte. Yo sabía cómo hacerte perder la cabeza, y siempre intentaba volverte más loco, y descubrir cuál era el límite de tu pasión.

Seguías azotándome con tu mano derecha. Yo sentía el dolor mezclado con la suavidad y el fuego que provocaban en mí las caricias de tu mano izquierda en mi entrepierna.

Todas esas sensaciones juntas, Era como una olla exprés en la que se mezclaban todos los sentimientos, la exaltación de las sensaciones más opuestas. cocinándose juntas bajo una presión de miles de grados y que no tardaría en estallar.

Yo notaba también tu tensión, tu calor. Tu sexo acariciaba mi vientre. Lo sentía cada vez que mi cuerpo se movía como respuesta a tus azotes. Me estremecía y ese estremecimiento provocaba roces en tu sexo, y esos roces aumentaban tu pasión. Sentía tu respiración entrecortarse. El deseo te devoraba como a mí, pero tú lo alargabas. Alargabas el momento para disfrutar más. Para llegar al éxtasis sólo cuando ya no podías, no podíamos, más.

Volví a estallar sobre tus rodillas. Me giraste. Quedé sentada sobre ti mi cara frente a tu cara. Nos volvimos a besar apasionadamente. Me tumbaste en la cama. Nuevamente viniste sobre mí. Volvimos a recorrernos con las manos, con la boca. Ardíamos en deseos, nos abrasábamos en el fuego de nuestra pasión.

Con dulzura, con delicadeza, me giraste de nuevo y quedé tumbada boca abajo sobre la cama. Pusiste ambos almohadones debajo de mi vientre para dejar mis nalgas bien en evidencia.

Tus labios me recorrieron despacio desde la nuca hasta la entrepierna.

Yo sabía lo que ibas a hacer, lo que venía a continuación, y mi respiración se paralizó.

Te levantaste. Me quedé muy quieta, sin moverme, en la posición que tú me habías puesto. Esperaba que volvieras. Sabía que ibas a buscar la cane.

Te colocaste detrás de mí. Pasaste la cane suave por mis nalgas, por mis muslos. Diste un golpe seco al vacío y ese golpe cortó el aire provocando un silbido que yo conocía muy bien. Un silbido al que temía pero que a la vez deseaba.

Mi estómago dio un vuelco.

Te sentí tomar impulso.

Cayó el primer azote justo en el centro de mis nalgas. Sentí el fuego que quemaba mi piel. Me estremecí. Mordí mis labios. Quería gritar pero no debía. Tú no querías. Me lo prohibías siempre. Cerré mis puños esperando el siguiente, y luego el siguiente. Impactos que parecían cortar mi piel. Pero era solo una impresión. Tú sabes manejar la cane y jamás has provocado ni el más mínimo corte, ni la más leve herida en mis nalgas.

Las lágrimas resbalaban por mis mejillas. Me decía a mí misma:

- "Sé valiente. Aguanta hasta el final"

No sabía cuántos iban a ser. Tú no me lo habías dicho.

Fueron 20.Lentos, muy lentos. Bien calculados y con una puntería increíble. Impactaron en diferentes zonas dejando su huella en forma de finas tiras rojas que luego se pondrían violetas.

Entre cada uno de los azotes intercalabas caricias. Pasabas la cane por mi espalda, suavemente, por mis nalgas, por mis muslos. Te acercabas, pasabas tus dedos suavemente sobre cada nueva marca en mi piel. La besaba, y tu lengua seguía su rastro.

Soporté los 20.

Tu excitación iba en aumento, y yo, aún de espaldas podía notarla.

Viniste sobre mí. Me acariciaste las nalgas, las recorriste con tu boca. Sentí el alivio que la humedad de tu lengua provocaba al recorrer mis nalgas y mis intimidades. Nuestro fuego se avivaba...

Te sentí incorporarte un poco y vi tu mano abrir el cajón de la mesilla donde guardabas los juguetes. Vi como seleccionabas uno. Me acariciaste con él la entrepierna y lo introdujiste en mi intimidad principal sin esfuerzo.. Estaba muy húmeda y no te costó trabajo hacerlo.

Supe en ese momento cómo me harías tuya, qué intimidad te reservabas...Lo sabía Sabía que te encantaba poseerme así cuando mis nalgas estaban aún ardiendo tras una azotaina.

Te sentí entrar dentro de mí. Mis nalgas ardían y tus movimientos de va y ven sobre ellas aumentaban mi dolor, pero también mi fuego y tu pasión.

Con una mano movías el juguete que habías introducido en mi otra intimidad, al mismo ritmo y con la misma fuerza con la que tú te movías en la otra.

Yo gritaba. No podía más. Tu silencio envolvía mis gritos. Sentía tu respiración en mi nuca. Sabía que ya... que ibas a explotar de un momento a otro. Cerré los ojos para concentrarme mucho en esa sensación: sentir tu fuego invadirme, inundarme.. Maravillosa sensación no comparable con ninguna de las que he sentido en mi vida hasta que te conocí.

Estallamos a la vez, en una explosión violenta y salvaje que nos transportó a otro mundo y nos dejó a ambos agotados y sin fuerzas.

Cuando nuestros corazones recuperaron su ritmo y nuestra respiración se normalizó, saliste de mí, volviste a girarme hasta dejarme tumbada boca arriba en la cama. Me rodeaste con tus brazos. Nos besamos, y con mi cabeza apoyada sobre tu pecho y protegida por tus fuertes brazos que rodeaban mi cuerpo, fui a reunirme con Morfeo, y a contarle que ni en el mundo real ni en el de los sueños, encontraría nunca una princesa más feliz que yo.
 
 
No me duele recordarte

No me duele soñarte

No me duele vivir lo que he vivido contigo

Sé que me amas como yo te amo a ti.

Sé que me sueñas como yo te sueño a ti.

Sé que sufres esta ausencia como la sufro yo. Pero la vida no es un sueño. Es una realidad cruel que se empeña en mantener separados a los que se aman imposibilantándoles vivir la pasión con la que sueñan y desean.

Sé que, a pesar de que el destino se empeñe en lo contrario, nuestro amor, lejos de disminuir, aumenta cada día.

No te tengo, pero nos vemos en sueños.. En nuestros sueños.

No podemos estar juntos, pero tenemos nuestros recuerdos y la esperanza. La esperanza de que, en la vida, como en los cuentos, al final truinfará el amor. El verdadero amor que todo lo puede y a todo vence.

No tengo nada que reprocharte, y sí mucho que agradecerte. Me enseñaste a amar, y me hiciste sentir amada. La mujer más amada del mundo, y aún hoy me siento así porque sé que me amas, y más que antes si cabe.

No amor mío, no tengo nada que reprocharte, pero... cariño mío....¿Por qué no me enseñaste a poder vivir...... sin ti?
 
 
 
 

FIN

Calendrier

Avril 2024
L M M J V S D
1 2 3 4 5 6 7
8 9 10 11 12 13 14
15 16 17 18 19 20 21
22 23 24 25 26 27 28
29 30          
<< < > >>

Recherche

Catégories

 
Créer un blog sexy sur Erog la plateforme des blogs sexe - Contact - C.G.U. - Signaler un abus - Articles les plus commentés